Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera del Gobierno, despliega desde hace semanas una impresionante actividad política de cara a consolidar lo que en la reciente fiesta del Partido Comunista denominó “un proyecto de amor”. Las fiestas del PCE eran hace años en la Casa de Campo de Madrid un extraordinario lugar de encuentro del progresismo, con el mejor rock del momento en el escenario a todo decibelio y olor a tortilla de patatas y panceta en las mesas en las que los camaradas brindaban con vino tinto bajo un cielo rojo. Francisco Umbral contó que, en una de aquellas fiestas, Gerardo Iglesias, entonces secretario general del PCE, le dijo: “Paco, ponte a mi lado para que la gente se acerque, porque a mí no me conoce nadie”.
Yolanda Díaz ha desvelado poco de ese “proyecto de amor”, pero se trataría de una plataforma en busca de la ‘horizontalidad’, distinta a lo que algunos consideran “el sectarismo de Podemos”. Ha hallado Díaz, de momento, el apoyo de Ada Colau, Mónica Oltra y Mónica García. Iñigo Errejón ha criticado la idea, e Irene Montero o Ione Belarra observan desde lejos con recelo los movimientos de la vicepresidenta. En Podemos, partido dado a liderazgos fuertes, tienden a desconfiar de lo que no viene de su espina dorsal, como ocurrió con Manuela Carmena. Ahora observan con cierta desconfianza los movimientos de Yolanda Díaz, mientras Podemos camina hacia atrás, incluso al pasado, con una decidida tendencia demoscópica a repetir los resultados electorales de Julio Anguita, que en un momento de desolación exclamó: “Yo preferiría que la gente me quisiera menos y me votara más”. Yolanda Díaz es militante del PCE (no de Podemos), hija de un histórico sindicalista gallego, persona dada al diálogo, activísima y con una actitud distinta a la del resto de políticos. En la reciente Feria del Libro de Madrid guardó pacientemente una larga cola para acceder al recinto -por las medidas anti covid- y, cuando finalmente pasó, era casi la hora del cierre de las casetas.
Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias, que fueron universitarios ejemplares, ya han comprobado en política lo que afirma un personaje de ‘Voltaire’, el último estreno teatral de Juan Mayorga: “La vida es difícil. Vivir es más difícil que leer”. El PSOE observa con preocupación lo que ocurre a su izquierda. Ciudadanos se diluye y sus votos irán a la derecha y la extrema derecha. La izquierda debe reflexionar sobre sus históricas travesuras de disputas internas, porque lo que está en juego es un futuro vicepresidente de Vox.
