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Los heridos en el terremoto mueren por falta de auxilio

Los heridos en el terremoto del pasado martes en Haití siguen muriendo en los hospitales por falta de auxilio, de medicamentos y hasta de comida, pese a la constante llegada de vuelos con material humanitario.

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  • Un hombre da agua a su hijo mientras esperan en el aeropuerto de Puerto Principe (Haití). -
Los heridos en el terremoto del pasado martes en Haití siguen muriendo en los hospitales por falta de auxilio, de medicamentos y hasta de comida, pese a la constante llegada de vuelos con material humanitario.

Según denunciaron los responsables de varios hospitales, los centros médicos donde se hacinan los heridos carecen de cosas tan elementales como agua potable, electricidad, medicinas, suero, anestesia o alimentos.

“Los que no se mueren por sus heridas, se mueren de hambre”, denunció en declaraciones a Efe el director del Hospital General, Guy Laroche.

“Aquí hace tres días que no llega ni un gramo de ayuda exterior”, recalca.

Sin embargo, los vuelos con ayuda humanitaria están llegando desde ayer por la noche con una frecuencia de unos quince minutos, según dijo a Efe el director de Aviación Civil, Pierre Jean Lemerque.

El funcionario añadió que muchos aviones tienen que hacer hasta una hora de cola en el cielo antes de poder aterrizar, debido a la congestión.

La falta de coordinación es evidente en Puerto Príncipe, pues toda esta ayuda humanitaria no está llegando a las calles, donde los ciudadanos se agolpan con baldes frente a camiones de bomberos que les sirven agua, mientras que todavía quedan cadáveres sin recoger en las aceras, invadiendo el aire de un hedor insoportable.

Con un gobierno virtualmente suspendido y con varios de sus miembros desaparecidos, muchos miembros de organizaciones humanitarias se preguntan por qué la ONU no asume el papel de coordinar todos los esfuerzos de ayuda para traer auxilio, comida e higiene a la población.

En la Avenida Delmas, poblada de gente desahuciada tras haberlo perdido todo, Efe vio cómo un guardia privado de seguridad comenzaba a disparar su revólver al aire para ahuyentar a un grupo de saqueadores embozados que intentaban hacerse con alimentos de un comercio y los obligaba a huir.

Sin embargo, el ambiente es todavía de relativa tranquilidad en esta ciudad habitualmente caótica que los montones de ruinas y escombros más los cadáveres han convertido en antesala del infierno.

Los enfermos se hacinan en los hospitales, acostados en el piso y tapados con mugrientas sábanas, esperando medicamentos que se agotaron desde el martes y soñando con un plato de comida que casi nunca llega.

“He visto morir a heridos que tenían que ser amputados, entre gritos desgarradores, sin poder hacer nada por no tener ni material de amputación ni sangre para transfusiones”, cuenta Genevieve Reynold Savain, propietaria de la clínica privada CDTI en el barrio de Sacré Coeur.

Pero el caso más trágico es el del Hospital General, público, el mayor de la capital, con 2.000 cadáveres en sus instalaciones y un número de heridos “que ya no puedo ni contar”, cuenta Laroche.

Sólo el jueves por la noche comenzaron a llevarse los camiones municipales algunos cadáveres para depositarlos en fosas comunes en los varios cementerios de la ciudad.

El Hospital General no tiene agua, corriente eléctrica, gasolina para sus ambulancias, medicamentos específicos, sangre para transfusiones ni alimentos para sus enfermos: "Los que tienen familias, comen; los demás, se retuercen de hambre además de dolor", pues tampoco hay anestesia, recuerda Laroche.

En el Hospital de la Paz, del barrio Delmas, una brigada médica cubana se ha hecho cargo de las instalaciones ante la ausencia de cualquier persona responsable. La pediatra Gillian Jiménez lleva tres días atendiendo a niños y mayores "sin suero, vacunas, antibióticos, yeso ni bisturíes para las fracturas".

"Mira, el gobierno se ha derrumbado. Como no llegue pronto la ayuda humanitaria, en los próximos días se van a multiplicar las epidemias", recuerda Gillian.

La organización Médicos Sin Fronteras-Francia, como tantas otras, está distribuyendo su ayuda como buenamente puede, ante la evidente falta de una autoridad que coordine. Su jefa, Michelle Chouinard, resume el estado de cosas: "Hacemos lo que podemos, trabajamos sin parar y nuestra prioridad es ayudar a los heridos. Del resto no sé nada".

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