No crean que voy camino de un surtidor de gasolina con mi coche para llenar el depósito , nada de eso, tampoco voy a deleitarles a ustedes queridos lectores para indicarles algún elemento que indique superioridad o excelencia, que no dejaría de ser una situación excepcional.
No fabulen, este super que hoy oímos y vemos escrito a todas horas y en todo lugar es un síntoma de la pobreza en la que ha caído nuestro rico lenguaje. Sin ir más lejos, hace unos días y con gran extrañeza me hallaba viendo un capitulo de una serie española, y pude contabilizar en un solo minuto seis super, lo que era para darle una matrícula de honor a los guionistas.
Desde superútil a supermaravilloso pasando por supermemoria, nos resulta superaburrido estos héroes de nuestra expresión. Hay lideres supera tractivos y otros superfeos. Estamos enganchados al super para ser más y mejor que los demás u ocultar otros superlativos que podríamos emplear.
Así algo que hemos dado por superimposible se nos hace superrealidad en el momento más superinesperado y nos damos cuenta que solo podremos superar situaciones super difíciles si mantenemos una actitud super positiva.
Agitamos el verbo con este super tan empleado y no debemos dejar que algunas nubes supernegras nos impidan ver la realidad de un modo más superoptimista. Las cosas saldrán como esperábamos y sentiremos superalegría y superentusiasmo como muchas voces acusan al superlíder de no esforzarse por aglutinar nuestros esfuerzos que hacen que el País avance.
El loco ritmo de las ideas nos hace superar superbarreras , ir más superápido y tener muchas cosas aunque no nos hagan superfelices. No esperemos encontrar en los superconsejos del otro , la solución que tenemos nosotros mismos.
Debemos tener siempre donde acudir y saber no perder nunca el sentido de lo humano y la posibilidad de gestionar nuestras superemociones, sabiendo escoger en cada momento el supermétodo adecuado . Si meditamos con superserenidad nos daremos cuenta de la nimiedad de nuestra mismidad.
Estamos viviendo superamenazas para nuestra convivencia democrática y escuchamos mensajes que son superincreíbles, pero lo peor es que no admiten replica, y asistimos a superetrocesos democráticos que colocan a nuestras instituciones y a los derechos ciudadanos muchos años atrás.
A veces en este mundo del aquí y el ahora, competimos sin saber por qué y para qué , y los superioresque corren por todas las urbes van engordando hasta convertirse en algo superimparable y superdañino. Nos vamos relevando ante nuestras acciones y nos rebelamos ante las actuaciones que nos parecen supercaprichosas y superarbitrarias.
Intentamos buscar superhuecos portándonos superbién, aunque no debemos olvidarnos que hemos de hacerlo correctamente siempre y no incurrir en un verbo populista y grueso, que lo único que termina es en el superenfrentamiento y que como dice el fino e irónico escritor que es Juan José Millás del argumentario del PP es un “paramo verbal”.
Este abuso del super nos lleva que si queremos aterrizar en la realidad y no caer en el error de jugar con las mismas palabras para decir siempre lo mismo, no seremos capaces de descubrir nada supernuevo. Alejémonos de mensajes superconfusos y supercontradicciones que nos superpejudican.
No caigamos en la super autocomplacencia y entre duelos y consuelos nos daremos cuenta de lo poco que sabemos y de lo mucho que ignoramos por muy “super” que nos creamos.