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Deep Purple: muy bien, chavales...

El rock no tiene edad y la fidelidad de su público no se puede describir, hay que sentirlo y vivirlo a su lado. “Muy bien, chavales...”

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El rock no tiene edad y la fidelidad de su público no se puede describir, hay que sentirlo y vivirlo a su lado. “Muy bien, chavales...” Cuando un tipo dice eso de los Deep Purple, es que lo están dando todo aunque tengan la edad que tienen, está disfrutando porque lo que escucha es música y ¡qué música! y lo de menos es que sólo haya durado hora y media… pero ¡qué hora y media!.

Recibir a los Deep Purple en la Plaza de España de Sevilla ha sido una auténtica gozada. Una reivindicación del rock en su más amplio sentido, porque aunque vayamos a ver Deep Purple, la peña lleva camisetas de AC/DC, Metallica, Kiss, Scorpions, Guns N’Roses, Johnny Cash... en fin, que el negro dominaba sin ser uniforme oficial y la media de edad reflejaba que más de uno y una había echado los dientes de leche con el ‘Made in Japan’.

Los que estaban anoche en el Icónica Fest iban, de verdad, a escuchar música, acordes, guitarras, teclados... incluso la voz ya rasgada de Ian Gillan. Los que estaban anoche allí, entre los que se incluía un incondicional que la noche anterior ya había estado en el concierto de Mérida, iban a sentir lo que parece que ya no se hace: música. Porque el rock parece ya música clásica y oír a los Deep Purple deja añoranza de una época en la que cualquier acorde fue mejor.

 

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Muy bien, chavales… En el monumental espacio de la Plaza de España, completamente llena y con una acústica impresionante, comenzaba a sonar ‘Highway Star’. Ian Gillan, a sus 77 años y la voz ya marcada por el paso del tiempo, se reivindicó a pesar de todo y fue el maestro de ceremonias de un concierto que no defraudó, porque todos los que allí estaban sabían quien estaba sobre el escenario.

Incluso hubo homenaje al desaparecido Jon Lord en un concierto en el que Don Airey se lució como pocos con los teclados, incluso con sones flamencos rememorando a Albéniz; la batería de Ian Paice siguió marcando el ritmo con ‘Space Truckin’ o ‘When a Blind Man Cries’; y desataban la locura con ‘Lazy’, uno de los mejores temas de la banda que pareció quedarse corto porque en la memoria de algunos seguía latiendo el interminable directo de ‘Made in Japan’.

 

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El público coreaba, tranquilo, lejos de los saltos de otras épocas, esperando ‘Smoke on the water’, instante en el que la Plaza de España se hizo una y se fundió con la banda. El socarrón de Gillan hacía la broma y se despedía. El escenario quedaba vacío y los presentes pedían bises sabiendo que no sólo iban a volver, sino que les esperaba un fin de fiesta de rock de verdad.

Y así fue, un par de temas más, ‘Hus’ y ‘Black Night’, con el público haciendo de Ian y contestándole al guitarrista Simon McBride, el último en salir del escenario para agradecer la entrega del público, porque si Gillan se despedía con un “Gracias a lot”, la última incorporación a la banda parecía saber que la música en directo es la verdadera música y más aún si es verdadero rock, da igual si es hard, sicodélico, instrumental o lo que sea.

A la música, sin duda, le acompaña en este caso un escenario impresionante, con una acústica impresionante, en parte por la monumental Plaza de España, en parte por la magnífica organización. Sonaba bien, muy bien. Eso sí, los precios un poco prohibitivos aunque se olviden sólo por escuchar a Deep Purple en directo.

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