Oscar Wilde tuvo en España durante los años 90 un momento de grandes estrenos y de reedición constante de sus obras. Amparo Rivelles, con interpretaciones sublimes, protagonizó en el Teatro Alcázar de Madrid ‘Un marido ideal’ y ‘El abanico de Lady Windermer’. Y Jesús Vázquez interpretó ‘La importancia de llamarse Ernesto’, que tuvo una larga y exitosa gira por España. Incluso un crítico teatral, eufórico, escribió que a Oscar Wilde le hubiera encantado que, efectivamente, Jesús Vázquez protagonizara esa obra. Luis Antonio de Villena publicó en esos años dos libros biográficos de gran calado en los que reivindicaba con su estilo dolorido y evanescente la figura de Wilde. El abanico que Margaret Windermer dejó olvidado en el sitio peligrosamente equivocado sigue muy vivo. Como toda la obra de Wilde, que ahora algún rezagado pretende reducir a ‘El retrato de Dorian Gray’. En 2015 se estrenó en el Fernán Gómez ‘Windermer Club’, una interesante apuesta de esta pieza de Wilde, con una gran interpretación encabezada por Emilio Buale. Y la compañía Paso-Azorín representa ahora una versión libre, divertida, musical, irónica e incluso sexy de ‘El abanico de Lady Windermer’, en el madrileño Teatro Lara.
Ramón Paso, director y autor de la versión, ha imprimido dinamismo, marcha, mucho humor, e incluso juerga la obra, que aquí, en numerosos pasajes, se convierte en una comedia de enredo, en una casa con dos puertas mala es de guardar a lo londinense, pero en todo momento flota sobre el escenario la atmósfera wildeana, y se escuchan las sensacionales y ocurrentes frases del escritor, llenas de ironía y aguijones hacia una sociedad que admiró su genio pero condenó despiadadamente a su persona. Y Wilde sigue sonando políticamente incorrecto en esta sociedad, la nuestra, cada día más estúpidamente puritana. Y van y vienen las frases de Wilde: “Toda santa tiene un pasado y toda pecadora tiene un futuro”, “ahora está de moda que las mujeres decentes tengan varios amantes”, “los hombres envejecen pero no mejoran jamás”; “he puesto mi genio en vivir, pero en mis obras solo mi talento”. Hay sobre el escenario un reparto de ocho intérpretes. Magníficas Ana Azorín, Inés Kerzan y Angela Peirat, las protagonistas. Ana Azorín, plena de vis cómica, en un personaje lleno de deliciosa maldad, chismorreo y escondida ternura, muy distinto, por ejemplo, al que hizo recientemente en ‘Sueños de un seductor’. Y ahí está Oscar Wilde, con su verbo feroz y colosal, y su inseparable mirada crítica.”Los hombres se casan por cansancio, las mujeres por curiosidad”. El gran Oscar Wilde, decíamos.