La tragedia unió, una vez más, a los ciudadanos polacos, que dejaron de un lado la rivalidad política entre conservadores y liberales para llorar juntos por la muerte de Kaczinski y del resto de altas personalidades que viajaban en el avión siniestrado en el aeropuerto de Smolensk (Rusia).
El propio primer ministro y hasta hoy gran rival político de Kaczynski, Donald Tusk, no podía reprimir las lágrimas tras conocer la noticia, mientras miles de compungidos varsovianos acudían en masa a las puertas del palacio presidencial para depositar flores y velas.
“¿Por qué, por qué, Señor?”, exclamaba una anciana con gruesas gafas de sol, levantando las manos al cielo a modo de exigencia.
Junto a ella, algunos frailes entonaban cánticos religiosos y oraban por las almas de los muertos, mientras una cola de cabizbajos ciudadanos esperaba su turno para firmar en el libro de condolencias.
“No es el momento de preguntarse por qué, sino de esperar”, insistía el obispo metropolitano de Varsovia, Kazimierz Nycz, en una misa celebrada en la catedral de la capital en memoria de los fallecidos.
Para muchos polacos, se trata ya de la mayor tragedia nacional vivida por Polonia desde la II Guerra Mundial y que, para más desolación, tuvo como escenario las cercanías de Katyn, “un lugar maldito para la historia polaca”, como dijo ayer el ex presidente Aleksander Kwasniewski.
Hace 70 años, más de 20.000 oficiales del Ejército Polaco fueron asesinados en Katyn por orden de Stalin, en uno de los episodios más llorados de la historia polaca del siglo XX. “Allí murió la elite militar polaca, ahora lo hizo la de la actual República”, añadía Kwasniewski.
“Un drama como éste no lo ha visto nunca el mundo moderno”, lamentó Tusk, quien anunció su desplazamiento inmediato al lugar en el que se estrelló el Túpolev-154 presidencial.
“Han muerto los jefes de las instituciones estatales más importantes, parlamentarios, sacerdotes, comandantes de las Fuerzas Armadas, el vicepresidente del Parlamento y líderes de partidos políticos”, lamentaba el primer ministro antes de trasladarse a la zona del accidente.
También el líder de la oposición conservadora polaca, Jaroslaw Kaczynski, hermano gemelo del fallecido presidente Lech Kaczynski y ex primer ministro del país, decidió viajar a Smolensk, aunque por ahora ha rehusado hacer declaraciones sobre el siniestro.
Varsovia y el resto de ciudades polacas se tiñeron a lo largo del día del color rojo y blanco de cientos de miles de banderas nacionales, colocadas en casas particulares, edificios públicos y transportes como preludio de la semana de luto nacional que vivirá el país durante los próximos siete días.
También muchos medios de comunicación y portales web del país centroeuropeo se han adelantado a las jornadas de duelo y aparecen en blanco y negro, algo que hgoy se generalizará en todos los periódicos, revistas y televisiones del país.
El presidente del Parlamento (Sejm), Bronislaw Komorowski, asumió de acuerdo a la Constitución la presidencia en funciones del país, hasta la convocatoria de nuevas elecciones presidencias.
Aunque todavía no se conocen las causas del accidente, muchos polacos se preguntan si el estado del avión presidencial, un Tupolev-154 con veinte años de antigüedad, ha sido una de las causas que ha provocado esta catástrofe.
Junto a Kazcynski y su esposa María perdieron la vida otras 94 personas, la totalidad de los ocupantes del avión, entre ellos importantes altos cargos que dejan así huérfanas algunas de las instituciones polacas más relevantes.