Robert Redford y Jane Fonda dieron vida a Paul y Coni, una inolvidable pareja de recién casados que pone a prueba su fogosa convivencia en la maravillosa comedia Descalzos por el Parque. Él, serio y estirado; ella, apasionada e intensa. Evitaré reventarles la película -lo que ahora el modismo denomina spoiler- pero una de las escenas más recordadas es aquella en la que Paul, embriagado, camina con los pies desnudos por Washington Square Park. Su gesto pretendía reclamar la atención de su amada. La historia de amor de Miguel Delibes de Castro con el Parque Nacional de Doñana no es la de unos recién casados. Más bien son unas bodas de oro después de ser director de la Estación durante ocho años y, en la actualidad, presidente del Consejo de Participación de Doñana.
Sin necesidad de hacer excentricidades, con su sensatez y conocimiento, sentó cátedra en el Parlamento de Andalucía durante las comparecencias programadas con motivo de la proposición de ley registrada por PP y VOX “para la mejora de la ordenación de las zonas agrícolas” del condado de Huelva. “Tengan coraje, retiren la iniciativa y paren esta absurda guerra”. La máxima de Delibes será recordada en la historia de Doñana tanto como en la monarquía española aquella de “lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a pasar”.
Una retirada a tiempo es, en ocasiones, una victoria. También lo sería con el texto legal en cuestión. Parar, destensar, dialogar y acordar parece la fórmula más adecuada para que la marca Parque Nacional de Doñana vuelva a ser sinónimo de admiración ante un entorno natural único en Europa. Nadie entendería que, tras un paso atrás del partido del Gobierno de Andalucía, no viniera un paso adelante del Ejecutivo central -sea cual fuere- para acordar una solución definitiva a un problema que se remonta en varias décadas. Si lo que se está esperando es la entrada de Feijóo en el Palacio de la Moncloa para que, ante el mismo color institucional, la proposición de ley salga adelante, se habrá cerrado una crisis reputacional en falso y eso es lo que menos interesa a Doñana, su entorno y a los agricultores. Escuchar a científicos como Delibes parece la mejor de las opciones. Fue lo que todos los políticos reclamaron e hicieron cuando llegó la pandemia. ¿Por qué en el caso de Doñana no hacen lo mismo?