Se aproximan unas elecciones generales en julio, una fecha altamente sugerente para poder desplazarse a un colegio electoral y poder depositar el voto. No dejo de pensar en lo bien que lo pasarán los componentes de la mesa electoral del “antiguo Club de Empleo”, una sala bastante pequeña, y con dos mesas electorales. Bueno, seguro que, en julio, ese día hará fresquito.
Hay dos bloques definidos, uno el del centro izquierda que se volverá menos de centro y más de izquierda si pacta con Sumar; y el de centro derecha que se volverá menos de centro y más de derechas si a quien se une es a Vox"Pero es mejor reflexionar sobre lo verdaderamente importante para esa fecha: a quien hay que votar. El debate es claro y conciso. Hay dos bloques definidos, uno el del centro izquierda que se volverá menos de centro y más de izquierda si pacta con Sumar; y el de centro derecha que se volverá menos de centro y más de derechas si a quien se une es a Vox. De momento, ni PSOE ni PP quieren oír hablar de la posibilidad de hacer un pacto con unos o con otros, pero ¿se imaginan un Gobierno formado por PP y Sumar?, o aún mejor ¿por PSOE y Vox?, tendría su gracia ¿verdad? Lo cierto es que vivimos un momento político de transición, sí no es una locura, es de transición hacia un Gobierno bipartidista nuevamente, tras varios años de Gobiernos plurales donde los partidos minoritarios se hacían fuertes en sus demandas por su necesaria aportación a las respectivas investiduras. Recuerdo a un amigo mío que se encendía cuando oía hablar de los prejuicios de la calle a la hora de votar un cambio de Gobierno: “Cómo pueden decir que no les gusta lo que hay y no quieren votar un cambio porque el otro es peor, si no sabe cómo es, si no ha gobernado, habrá que probar”. Pues tal vez lleve razón, pero no es menos cierto que en este país se sigue jugando con el miedo a los prejuicios: Si votas a la derecha “¿vas a votar a los fachas y los franquistas?”; si votas a la izquierda “¿Qué le vas a dar el voto a los comunistas, que meten fuego a las iglesias?”. En realidad, el voto debe ser inteligente y para eso hay saber reflexionar sobre la gestión de quien gobierna y analizar las propuestas de quién se postula a gobernar, pero es complicado hacer un análisis de este tipo cuando lo que nos proyectan desde los medios de comunicación, a veces, se basa más en lo anecdótico que en lo realmente trascendente.
Me pregunto si alguien ha analizado la situación económica de este país y la ha comparado con la de otros países occidentales. Otra cuestión es ver los cambios en el sistema laboral y reflexionar si han mejorado o no en los últimos años y qué propuestas hay. Por supuesto, el sistema judicial o sanitario, ¿funcionan o no? ¿Qué me dicen de los impuestos? ¿se nota en nuestras calles y plazas? Y el mensaje que nos llega por parte de los partidos políticos ¿es el real o es el que queremos oír? ¿discursos programáticos o populistas?
Al final, esto de la política es como el fútbol, si hay una mano en un área del Madrid, por mucho que lo repitan, habrá madridistas que no van a ver penalti en la vida, mientras que el aficionado al Barça va a ver ese penalti tres días antes del partido, eso sí, pero penalti es seguro (me ha salido mi lado blaugrana). La política debe ser mucho más seria que un color o un San Benito, debe ser una gestión en Gobierno o en oposición, pero siempre una gestión, en una sociedad democrática donde las radicalidades y el infundir miedo por el gobierno del partido de cualquier color, debería quedar desterrado, aunque, a veces, son los políticos con sus actitudes los que te hacen temer de que esos fantasmas vuelvan de nuevo.
No quiero cerrar mi reflexión sin darle las gracias a Pedro Sánchez por haber respetado el Festival Cabo de Playa, la Feria del Carmen y a la Velada Flamenca, a la hora de poner la fecha de las elecciones, porque, en definitiva, a mí lo que me sigue importando, es mi la gente de mi pueblo.