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Miguel Pérez: “Ha sido un año pésimo. Hay quien está pasando el quinario en el campo”

El secretario general de COAG Cádiz teme un recorte del 50% en el riego si no se produce un cambio de ciclo y comienza a llover

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  • Miguel Pérez, secretario general de COAG Cádiz -

La temporada agrícola cierra con uno de los balances más nefastos de la historia reciente a partir de tres condicionantes: la sequía, el incremento de los costes de producción y la entrada en vigor de la nueva PAC. Una tormenta perfecta que invita al desasosiego entre agricultores y ganaderos de la provincia. Como dice la leyenda rural, “los hombres del campo siempre están llorando”, aunque en este caso con toda la razón. Miguel Pérez, secretario general de COAG Cádiz, lamenta la imagen de “alarmismo” que se pueda estar trasladando a la opinión pública, pero entiende que no hay mayor “realismo” en este momento que el de la situación crítica del campo.

Acaba de finalizar la temporada agrícola, ¿qué balance realiza desde COAG?

–Un balance muy negativo. Siento contar malas noticias, pero lo cierto es que estamos ante el cierre de un año históricamente malo. Se han dado todas las circunstancias. La primera, que ha sido el primer año de la entrada en vigor de la nueva PAC, que a la provincia le ha venido mal, mal, porque hemos perdido mucho dinero, en torno a 200 millones de euros en el periodo 23-27. La segunda es la sequía, que venimos arrastrando desde hace cuatro o cinco años, y en tercer lugar que tenemos unos incrementos de costes de producción brutales. Los abonos han llegado a triplicar el precio de un año a otro. Son ingredientes para tener un año pésimo, de secano a regadío y ganadería. Hay muy pocos sectores que se hayan escapado. Ha sido un año negro. 

 

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En cultivos, ¿cuáles se han visto especialmente dañados?

–Todos, pero los cereales han tenido un año muy malo. Hay agricultores que ni siquiera han podido recolectar. La ganadería ya lleva muchos años sufriendo, porque tenemos un porcentaje importante de ganado extensivo que pasta en el campo, y si no hay pasto hay que hacer aporte de pienso, y se han disparado. En el caso del vacuno de leche, creo sencillamente que los vaqueros de la provincia van a terminar por desaparecer. Quedan pocos y los que aguantan lo están pasando fatal. En la parte de regadío, se han tenido que adaptar al recorte del 25% de agua, con lo que no se puede cultivar lo que se venía haciendo históricamente, como pasa en el caso de las hortícolas, del algodón, el maíz casi se ha abandonado, el tomate de industria ha bajado muchísimo. Todos los cultivos se han visto afectados de una u otra manera.

¿Y todo esto cómo le afecta al ciudadano?

–Creo que lo estamos viviendo todos. El ciudadano no se da cuenta de la escasez  porque no la hay. No hay que ser alarmistas. Andalucía tiene una producción agrícola muy importante, pero además tenemos las fronteras abiertas. No estamos en momento de escasez, pese a limitaciones puntuales, como la sandía.

¿Qué cultivos, por falta de rentabilidad, van a dejar de sembrarse?

–Estamos muy pendientes del clima. Aunque hay expertos que dicen que posiblemente estemos ante un cambio de ciclo, ya que hasta ahora las previsiones son meras probabilidades. Lo lógico es que acabe el ciclo y empecemos uno nuevo. Estamos pendientes también del regadío por los posibles recortes, ya que los pantanos están por debajo del 17% en la provincia. Ya tenemos un recorte del 25% y en unos días habrá reunión del comité de gestión de la Junta y nos dirán cómo encarar la campaña agrícola. En función de la decisión habrá que tomarlas en el campo. Hay una práctica, que es concentrar la dotación en menos hectáreas.

¿Puede haber cultivos que no se siembren?

–El maíz, estoy convencido que no se va a sembrar. El tomate de industria tampoco se sembrará porque son producciones que necesitan mucha agua. En el Bajo Guadalquivir ya ha pasado esta campaña y es el espejo donde nos podemos ver. Ojalá llueva más y los pantanos se recuperen para disponer de un escenario más favorable.  

¿Qué preocupa más ahora, la sequía o los precios?

–A nosotros nos preocupa más la sequía. Los precios son oscilantes. Nos preocupan los precios de los costes de producción, que además, cuando suben, después no suelen bajar, no responden a la lógica del mercado de la oferta y la demanda. Los precios del aceite de oliva, tenemos claro que el actual que es una cosa coyuntural y va a terminar bajando, porque en Andalucía somos líderes en producción, somos potencia mundial, se ha puesto mucho olivar y de forma intensiva, y cuando tengamos un año medianamente normal se recuperarán precios razonables. Los precios oscilan, bajan y suben dependiendo del mercado, pero la sequía no está en nuestras manos, y además con el tema de las obras hidráulicas no podemos hablar de una política cortoplacista, porque no se soluciona de un día para otro. Eso es lo que nos preocupa, la sequía y todo lo concerniente al cambio climático.

Las restricciones son ahora del 25%, ¿da por hecho que habrá más?

–Me da miedo decirlo, porque me pueden decir que soy alarmista, pero lo que soy es realista. Si el panorama sigue así, sin lluvias abundantes y los pantanos no recogen agua. Con esta realidad preveo que pueda haber más recortes, vamos a ver en qué porcentaje. Veremos que analítica hacen los técnicos de la Junta. Ojalá nos dejen al 50%. El mejor escenario es que nos dejen como estamos, pero con el nivel actual de los pantanos no es probable. También puede haber decisión intermedia de aguantar unos meses y decidir más adelante, porque creo que tenemos capacidad de aguante. Ojalá sea esto y que haya cambio de ciclo y empiece a llover.  

Hablaba del déficit de infraestructuras hidráulicas. En Canarias llevan mucho tiempo funcionando las desaladoras, ¿puede ser una solución para la provincia?

–Puede ser una solución, pero hay varias. El problema es que las soluciones que hay que aplicar son caras, y hay que ver si la agricultura tiene capacidad para soportar este tipo de inversiones. Otro debate es si el asunto del agua cuando lo utilizamos para tener a disposición alimentos tiene que estar pagado solamente por el agricultor, pero antes de las desaladoras creo que hay que terminar de cerrar el ciclo integral del agua de la mano de las depuradoras. En Jerez, la depuradora suelta 19 hectómetros cúbicos, y con esa cantidad podemos regar 3.000-3.500 hectáreas, y es un agua que se está tirando al mar, con lo que habría que invertir primero en las depuradoras, tener un terciario adecuado, que ceda el agua para la agricultura. Y esto es posible en todos los pueblos, porque tienen depuradora, y creo que es una fuente de aprovechamiento a la que hay que darle una vuelta. Son inversiones caras, pero es invertir en el presente y en el futuro y encaja con lo que quiere Europa. Es la primera tarea que debemos hacer.

Hay voces que empiezan a hablar de que el campo se puede quedar en mínimos y abastecernos de terceros países, ¿usted lo ve demasiado apocalíptico?

–No lo veo apocalíptico, es que estamos viviendo una transformación en el campo muy importante. En Andalucía, en 2004 había cuatro fondos de inversión en el campo, ahora tenemos más de 300 fondos de inversión. El modelo que están imponiendo los fondos de inversión es invertir en cultivos fácilmente mecanizables que exigen agua, no tienen mano de obra, y hay un desplazamiento del modelo social, de la explotación familiar, del autónomo, que ha convivido siempre con grandes cortijos. Y hay datos alarmantes, como por ejemplo con el relevo generacional, con una población en el campo muy envejecida, y no hay entrada de jóvenes que supla el índice de jubilaciones y abandono en el campo. Son datos que demuestran que el campo se está transformando y en algunos casos se pierde mucha capacidad productiva, mucha riqueza... Ese modelo está en riesgo. Puede estar el industrializado, pero no es el mismo campo que vivimos en la actualidad. Con las importaciones no se puede competir. En este sentido, Europa es muy hipócrita, porque nos marca unos estándares de calidad, con los que estamos de acuerdo, pero la gente tiene que saber que por el puerto de Cádiz entran producciones que no responden a esos estándares. ¿Por qué no se les exige lo mismo y un etiquetado para distinguirlos? Hay un debate muy importante ahí. Europa no tiene una política unitaria de control en fronteras. 

¿Qué productos propios de aquí que estamos acostumbrados a comprar vamos a pasar a comprar sin que sean de aquí?

–Creo que el tema de los cereales, pero tampoco es una novedad. Las hortícolas fuera de temporada vendrá de fuera, el azúcar, también, alguna fruta. Somos productores, pero se consume muchísimo y hace falta traerlo de fuera.

¿Hay problema para cubrir la falta de mano de obra en el campo o hay ya algún factor corrector?

–Ha habido una reforma laboral, que declara fijos discontinuos a aquellos que venían realizando las labores del campo en las mismas fechas, y el empresario está obligado a llamarlos para que tengan preferencia. Por otro lado, las subidas del salario mínimo interprofesional han incidido sobre las nóminas, pero la situación sigue siendo parecida. El campo no es atractivo para trabajar. Hay que ser realista. Se trabaja en condiciones duras y entiendo que la gente no quiera trabajar.

¿Se está trabajando a pérdidas ahora mismo en el campo?

–En algunas ocasiones sí, como por ejemplo en hortícolas, donde se ha pasado el quinario. Basta ir a Chipiona a preguntarle a los productores de sandía, que las han vendido a 25 céntimos cuando el coste de producción está en 45 céntimos. Esto va por barrios. Un año le toca a la sandía y otro al algodón o al Marco de Jerez. Es una constante. En ganadería seguro que se está trabajando ahora a pérdidas, además no puede abandonar la explotación, porque hablamos de animales que habría que sacrificar. En el caso del aceite de oliva es para echarse las manos a las cabeza: ahora que tenemos precio no tenemos producción, que es la ecuación maldita. En la Sierra, con olivar tradicional, se ha trabajado a pérdidas durante varios años. Cuando la gente se manifiesta es por algo. 

Acaba de terminar la vendimia del Marco y se habla de falta de uva por producciones cortas. ¿Cómo ven el panorama?

–El panorama ha cambiado radicalmente para los viticultores, porque el precio se ha duplicado de un año para otro. Hay dos cuestiones, la sequía, y por otro lado el envinado de botas para el envejecimiento final de los whiskis, que es una industria muy potente que ha entrado en el mercado en clara competencia con las bodegas porque el vino que tienen que utilizar ha de ser calificado. El resultado es que se ha disparado el precio. Para el viticultor está bien, pero para los bodegueros es un impacto importante. Lo cierto es que era necesario que la uva tuviese un precio digno, porque venimos de etapas de 25 céntimos el kilo de uva, que es insoportable. Lo importante es que haya agua, porque es un cultivo que se cría en secano.

¿Qué deben hacer las administraciones para ayudar al sector del campo en este momento?

–Actuar con sinceridad en el tema de la PAC. La gente cree que solo son ayudas, y no es solo ayudas, es toda la regulación sobre la agricultura. Hay que proteger una agricultura europea. Estamos acostumbrados a competir, pero con protección. Y en segundo lugar, de una forma más doméstica en el tema de la cadena alimentaria. Si no se puede trabajar por debajo de coste, hacen falta reglamentos, un observatorio de mercado.

Con este año agrícola de históricamente malo, ¿hay movilizaciones previstas?

–Hemos estado recientemente en Córdoba con el Consejo de Ministros de la UE, y estamos en constante interlocución con organizaciones agrarias y cooperativas. No hemos guardado las banderas.

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