Con lentes y una gorra verde, Fidel, de 84 años, aguantó de pie durante todo el discurso, pese a sus problemas de movilidad que acaba de reconocer abiertamente en una entrevista con el diario mexicano La Jornada.
Solamente se quejó en dos ocasiones, una para pedir un poco de agua y otra por el sol que le llegaba de frente y que le impedía seguir su discurso, que fue leído y no improvisado como era costumbre antes de su enfermedad.
Los miles de estudiantes que abarrotaban la larguísima escalinata de la Universidad de La Habana habían hecho guardia en algunos casos desde las 4 de la madrugada para ver a su Líder Máximo, que apareció puntual a las 7.30 para ilustrarles sobre los riesgos que acechan a la Humanidad.
El peligro nuclear se ha convertido en el tema que prácticamente monopoliza las intervenciones públicas de Fidel y tanto en sus entrevistas como en sus reflexiones escritas está evitando aludir a la situación interna en Cuba, en lo que muchos han interpretado como un “reparto de papeles” con su hermano Raúl.
Fidel razonó su preocupación: “Al mundo se le ocultó deliberadamente esta realidad (la guerra nuclear), y le ha correspondido a Cuba la dura tarea de advertir a la Humanidad del peligro real que está confrontando, y en esta actividad no debemos desmayarnos”.
Se explayó sobre el número de armas atómicas y la cantidad de uranio en el mundo y sobre las posibilidades de que Israel ataque a Irán y bloquee el Estrecho de Ormuz. Varios estudiantes dormitaban o conversaban alegremente, más preocupados por el sol que ya a primera hora del día golpeaba sus cabezas que por la hecatombe nuclear.
El tema del discurso no pareció enardecer los ánimos del público joven, que aplaudió discretamente las intervenciones del hombre al que han visto regir sus destinos durante toda su vida, y que les exhortó a “batallar en la lucha por la paz”.
El que sigue siendo primer secretario del Partido Comunista de Cuba (único en la isla) mostró compasión y, cuando ya llevaba hablando 40 minutos, animó a los estudiantes a aguantar: “Una buena noticia, ya falta poco”.
Pero si él no se quejó, menos lo hicieron los estudiantes que accedieron a hablar con los periodistas, que dieron por buenos el sueño, la sed y la fatiga.
“Nos erizamos y el corazón se nos acelera cuando ves a Fidel cuadrado ante nosotros, y ver cómo nos pudo hablar y todavía sigue luchando... Nosotros siempre lo vamos a ver bien”, proclamó Carlos, de 16 años, que no quiso perder la ocasión de presenciar el discurso.