El deportista recuerda que era esquiador antes de perder la vista y que después continuó haciéndolo con megáfonos, guías e intercomunicadores. “Conocía el windsurf, pero era algo lejano hasta que un día lo vi más de cerca en una exhibición en Premiá del Mar porque, aunque no veamos, siempre vemos de algún modo y hablo de la vivencia”, afirma.
En 2006, después de un año de pruebas, realizó un recorrido desde Barcelona a La Escala (cien kilómetros). El deportista recuerda que “significó ver que alguien confiaba en ti y, sobre todo, confiar en otros porque cognitivamente necesitas a alguien en quien depositar tu confianza plena, ya que sustituye a tu visión. Este punto es un salto muy importante para que las personas que padecen una diferencia física o sensorial acepte su diferencia”.
Mandicó realizó otras travesías y, una vez en Tarifa, Héctor García, responsable de la escuela Surf Center Tarifa, fue fundamental en su aprendizaje. Ambos comenzaron utilizando una tabla tándem y posteriormente navegaron juntos en tablas individuales mientras García indicaba por radio los movimientos que Mandicó debía imitar.
En la orilla, el monitor le explica el oleaje y toma la mano de Mandicó para indicarle la dirección en la que se han torcido las boyas flexionándole los dedos. “Yo me convierto en un vehículo teledirigido por Héctor, me marca el camino a seguir y así hemos conseguido el reto de todo windsurfista: entrar con un levante de fuerza 7-8, navegar con seguridad y pasarlo bien”, explica el invidente.
García asegura que, una vez en el agua, y si las condiciones favorables, el deportista invidente puede quedarse solo, con apoyo por radio de un monitor. El próximo reto de Mandicó será realizar una travesía en el Estrecho. Junto a García, también proyecta enseñar la práctica del windsurf a otras personas con discapacidad sensorial y a sus familiares.