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Poncia sufrió el ruido de los móviles en Jerez

Lolita, la hija de la jerezana más ilustre de todos los tiempos, triunfó en el Teatro Villamarta a pesar de las molestias causadas por los teléfonos móviles

Publicado: 28/10/2024 ·
17:25
· Actualizado: 28/10/2024 · 17:31
  • Lolita en Poncia -
Autor

Juan Garrido

Periodista jerezano, director y presentador de 'Alianda', el espacio flamenco de Publicaciones del Sur

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El flamenco es objeto de estudio, opinión e información en este apartado que nace en Jerez pero que abarca toda la actualidad andaluza

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El pasado sábado el Teatro Villamarta de Jerez vivió una de sus noches especiales, de esas que se recuerdan porque al final del todo, cuando casi se cierran las puertas del coliseo, el rostro de más de uno lleva consigo alguna lágrima de emoción. Lolita, la hija de la jerezana más ilustre de todos los tiempos, puso sobre la escena Poncia, a partir de la Casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca.

Más de una hora estuvo la cantante y actriz ante un público numeroso mostrando su mejor faceta interpretativa. Realmente, he de reconocer, que conmovió en muchísimos momentos de este monólogo (aunque a veces dialogue con alguna de las ausentes protagonistas de la obra, fantasmas y sombras) en el que camina por los diferentes estados anímicos por los que pasa esta ama de llaves tan atormentada como reflexiva.

Qué alegría ver a tantos artistas acompañando a otro. Lolita finalizó entre un mar de aplausos, una ovación incesante y con la defensa del amor que su madre, Lola Flores, le tuvo siempre a Jerez “aunque muchos hablasen de la rivalidad con Sevilla, eso no es así. Aquí tiene su museo, donde ella quería”. Además, la artista quiso mencionar a Manuel Lombo, que vino desde Sevilla a Jerez a verla, a los jerezanos Fernando Soto, Mara Rey, Antonio El Pipa, Miguel Ángel Heredia... que estaban en el público. 

Verdaderamente todo fue bien porque Lolita se interpuso a las múltiples faltas de respeto que muchos asistentes mostraron durante la función. Es una pena tener que recalcar algo así en un artículo como este, que empezábamos mencionando las lágrimas de alegría que muchos soltamos ante la evidente entrega de la actriz. Ni si quiera con la recién estrenada sintonía de bienvenida en la que se pide claramente que se apaguen los teléfonos móviles se consigue dicho fin. "Apaguen sus teléfonos móviles..."

Podría decir un número concreto de móviles que sonaron a lo largo de la gala pero fueron tantas las veces que me terminé perdiendo. Eso, en un concierto de rock and roll quizás cause menos daño, pero en una obra como la de Lolita en la que los silencios del personaje son fundamentales, en la que el que asiste debe introducirse en la figura y sumergirse en sus emociones, un móvil sonando es para devolver la entrada. ¿Qué hacemos con esas más de mil personas que pagaron 22 euros de media para vivir algo tan especial y que constantemente tenían que resoplar de enfado? En una ocasión, Lolita paró hasta que dejó de sonar la sintonía de un teléfono. "Angustias, Angustias..." siguió el guión, mereciéndose el aplauso del respetable. 

No es de recibo que a estas alturas haya que estar diciendo esto. Es propio de una sociedad atrasada, o excesivamente tecnológica. Claro, esto hace veinte años no pasaba. Y hago extensible este hecho a otros tantos momentos en los que ocurre habitualmente. ¿Saben que hasta una guitarra puede destemplarse cuando suena un teléfono en medio de una actuación? En el caso del flamenco, que es mi ámbito, le ocurre a un cantaor que hasta se va de tono. En otro momento hablaremos de aquellos que se comen un caramelo y resuena como si tuviera una taladradora entre las manos. Por favor, el silencio es imprescindible. Esperemos que en las próximas grandes citas de teatro en el Villamarta, como las de Carlos Hipólito (8 de noviembre) o El Brujo (15 de noviembre) la situación sea distinta aunque me temo que es mucho pedir. 

Me viene a la mente esa frase tan conocida en la peña Los Cernícalos con la que se mide a un buen aficionado y que dice: “ser cernícalo tiene su importancia, saber escuchar”. Pues lo mismo en el teatro. 

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