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'Wicked', el feliz reencuentro de Hollywood con parte de la esencia del gran musical

John M.Chu adapta de forma brillantel músical de Stephen Scwartz elevando sus posibilidades y apoyado en unas sensacionales Cynthia Erivo y Ariana Grande

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Decía Carlos Pumares que en España no gustaban los musicales. Ése pudo ser uno de los motivos por los que hace unos años pasara con más pena que gloria por nuestra cartelera una de las mejores películas del género de los últimos tiempos: In the Heights (En un barrio de Nueva York).

Aquel musical llevaba la firma de Jon M. Chu, que reivindicó su talento con una puesta en escena deslumbrante y muy por encima de su mediocre filmografía hasta entonces -Ahora me ves 2, GI Joe, Crazy Rich Assians-. Crédito más que suficiente para que le hayan confiado la adaptación a la pantalla de uno de los musicales de mayor éxito de Broadway de las últimas dos décadas, Wicked.  

El resultado, es cierto, está muy próximo al espíritu de los últimos musicales Disney, lo que la convierte en una cinta edulcorada en muchos aspectos, pero por encima de todo estamos ante una película vibrante y brillante, extraordinariamente resolutiva en los números musicales y configurada con un sentido de la espectacularidad y el entretenimiento que nos sitúa muy cerca del asombro que compartieron en su día quienes asistieron al estreno del clásico de Víctor Fleming, El mago de Oz.

De hecho, Wicked representa, por primera vez en mucho tiempo, el ejemplo de lo que Hollywood fue en su día, una fábrica de sueños para espectadores de todo el mundo. Y por supuesto que se apoya en los efectos digitales para recrear el mundo de fantasía en el que se desarrolla la acción, pero lo más notable es el uso que Chu hace de los  decorados, la coreografía y la composición de las secuencias, elevando las posibilidades del libreto original, incluso de la vertiente cómica de algunos de los temas de Stephen Schwartz,  y subrayando determinados mensajes reivindicativos muy presentes en la historia, desde la crítica al racismo a la defensa del feminismo, pasando incluso por el peligro de los autoritarismos y el control de la sociedad a través del miedo; temas, por cierto, cada vez más presentes en las últimas producciones Disney, por establecer nuevas conexiones entre ambas fórmulas musicales: hay veces en que a Elphaba sólo la separa de la Elsa de Frozen el color de su piel.            

Hay, asimismo, un excelente trabajo de dirección artística y, muy especialmente, un acertadísimo reparto en el que brillan con luz propia Cynthia Erivo y Ariana Grande, sensacionales Elphie y Glinda, e incluso Jonathan Bailey, el príncipe de espíritu caricaturesco, sin olvidar la aparición en el número de Ciudad Esmeralda de Idina Menzel (la voz de Elsa en Frozen) y Kristin Chenoweth, las actrices protagonistas del montaje original de Broadway en 2003.

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