Desde primeras horas de la mañana, los bares de las calles Alfonso XI, Sevilla y Trafalgar ya comenzaban a recibir a los primeros visitantes, armados con panderos y guitarras y ataviados con disfraces navideños, dispuestos a poner el toque de alegría a una fiestas que, un año más, nos hacen tragar saliva por las dificultades económicas que atraviesan tantas familias.
La imagen que fue ofreciendo mediada ya la tarde en las calles de la ciudad fue algo menos multitudinaria que otros años, lo que muchos achacaban precisamente a esa situación de crisis que hacen que muchos no estén con el ánimo de descorchar el cava.
También hubo lugar para muchos nostálgicos, que recordaban la fiesta que la calle Sevilla albergaba en los ochenta y noventa, cuando los universitarios crearon de forma espontánea ese 24 festivo en las calles de la ciudad.
Para eso, el Llano Amarillo volvió a servir de refugio para nostálgicos y, sobre todo, jóvenes, que bebieron, cantaron, bailaron y no dejaron de reir, manteniendo aún en alto la tradición algecireña cuando llega el 24.