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Arcos

Ana Vázquez Heras:105 años de testimonio vital

La vecina de la barriada de la Paz Ana Vázquez Heras acaba de cumplir 105 años de edad, un horizonte que muy pocos alcanzan. Ella lo ha logrado con buena salud.

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  • Ana Vázquez Heras junto al alcalde de Arcos, José Luis Núñez. -

Vive en el número ocho de la calle Guadalcacín, en la barriada de la Paz. Ha cumplido 105 años de edad. Ha conocido dos guerras mundiales, una guerra civil y Dios sabrá cuántas cosas, buenas o malas, más. Se llama Ana Vázquez Heras, y aunque ya no hable ni exprese sus sentimientos, su marchitado cuerpo habla por sí solo de cuánto ha vivido.


Su hijo Tomás, uno de sus cinco descendientes directos, nos abre su hogar junto a un grupo de vecinas, para también recibir la visita del alcalde de la ciudad, José Luis Núñez, quien tuvo el detalle de entregar a Ana un bello ramo de flores. “Y es que todos los días no tenemos a una vecina de Arcos cumpliendo un siglo y cinco años de historia, de anécdotas...”, comentó el alcalde a este medio.


Su hijo Tomás narra que su madre se encuentra muy bien de salud, ya que no registra enfermedad alguna, salvo los lógicos achaques de la edad. Ana ha sido y es una mujer muy alegre, a la que le gustaba cantar,  bailar y reír, tal vez para olvidar las cosas que ha visto. En cierta ocasión colaboró con el profesor Francisco Garrido en la elaboración del disco que rescató a ritmo de zambomba algunos viejos villancicos de Arcos, ya que debido a su edad pudo aportar un testimonio muy valioso.


Sin embargo, con una delgadez extrema, Ana ya vive postrada en un sofá, aunque aún pueda valerse por sí misma para ir al aseo. Su mente es un mundo que gira, y aunque parezca no inmutarse por la presencia de unos extraños en su hogar, sí parece agarrar con fuerza el ramo de flores que han puesto en sus manos, incluso girar despacio la cabeza ante un tono superior que la reclame. 


La prole de Ana es muy larga, pues tiene más de veinte nietos, biznietos e incluso algún tataranieto. El deseo de su hijo Tomás, y seguramente el mismo que el resto de sus hermanos, es que Ana se vaya de este mundo sin enfermedad que le haga sufrir. Todos la recordarían como la mujer alegre que fue, activa, incansable y trabajadora.


Su cumpleaños fue un acto muy sencillo, donde no pudieron asistir todos los nietos porque están desperdigados por varios lugares, pero sí sus hijos, vecinos y algunos amigos. Incluso le prepararon una tarta con el número 105, porque vela a vela hubiera sido muy complicado.
Sería una  frivolidad o un despiste desear a Ana, como se suele hacer normalmente en los cumpleaños, que cumpla muchos más. Uno que ha conocido casos parecidos, incluso en su propia familia, sabe que estas cosas terminan el día menos esperado, tras una plácida siesta o una noche de intranquilidad. Pero también es cierto que todo ser humano elegiría una muerte así, tan calmada y alejada del sufrimiento propio de una enfermedad... Por ello no podemos más que envidiar sanamente a esta mujer de 105 años que si hablara el mundo se movería. Los grandes afortunados, sin duda, han sido todos estos años sus hijos y el resto de la familia, que seguro conocen la historia que no está en los libros y que se escribe a base de experiencia y de resistirse ante la muerte como una acción tan humana como digna.


Ana se marchita, no así las bellas flores que en el esplendor de esta primavera luce su acogedor patio, que irradia el amor y el respeto que nuestros mayores profesan a la naturaleza y las cosas bonitas de la vida.

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