“Aquí me tenéis” dijo ayer la pregonera del tiempo de Gloria, la jienense María Jesús Oya Amate, ante un teatro Darymelia lleno de cofrades, amigos y familiares. Y es que no ha sido tarea fácil para esta jienense subirse a la tribuna y pregonar, aunque finalmente lo hizo y se sintió “feliz y muy cómoda”.
Las circunstancias personales de la pregonera, ante la reciente muerte de su marido, estuvieron a punto de condicionar la decisión de María Jesús Oya, que finalmente aceptó la invitación de la Agrupación de Cofradías de pregonar el tiempo de Gloria. Al principio de su pregón, compartió con los presentes que se animó a ser pregonera por las continuas palabras de apoyo de sus familiares y amigos más cercanos; además del recuerdo de lo que le aconsejó en vida su esposo.
A partir de ahí, con palabras llenas de fe pregonó el tiempo de Gloria, la alegría que lo acompaña, porque es muestra de que “la vida ha vencido a la muerte”.
María Jesús Oya se detuvo en cada una de las cofradías de Gloria de la ciudad, ofreciendo pinceladas del papel de cada una de ellas. A todas les hizo una petición: que ante la sociedad tienen que mostrarse como un apostolado.
Dejó claro que las cofradías de Gloria y sus manifestaciones públicas no sólo son fiestas y romerías, sino una evidencia de que los ciudadanos se alegran de creer y por eso lo celebran.
En un pregón que se prolongó en torno a los treinta y cinco minutos, María Jesús Oya destacó que es imprescindible vivir desde la fe como pilar básico que sustenta las creencias de cada persona, y transmitió un mensaje de fe profundamente arraigada, apoyada en la caridad y en la esperanza.
En esta línea manifestó que la simbología del tiempo de Gloria en la capital está en la devoción y la alegría con la que se viven los cultos y actos festivos. Aseguró que de ellos resulta una mezcla entrañable, y que el pueblo fiel tiene sus creencias y, porque las tiene, hace fiestas.