Con más de 50 años de experiencia encima de los escenarios y frente a las cámaras, José Sacristán trae este sábado al Muñoz Seca una renovada y singular propuesta del personaje más universal de la literatura española.
Esta obra se estrena en julio del año pasado en e Festival de Almagro, ¿cómo está funcionando?
Bien, dentro de lo que hay, porque, realmente, se nota muchísimo la crisis, yo afortunadamente no me puedo quejar porque cuento con la fidelidad de un número de personas y realmente sé que estoy haciendo algo que le gusta a la gente y de eso no tenemos ninguna duda mis compañeros y yo, y confiamos en que siga siendo así. Pero lo que sí es cierto es que la gente está sufriendo y el teatro está sufriendo las consecuencias de la situación.
¿Cuál es la esencia de ‘Yo soy Don Quijote de La Mancha’ y que se intenta transmitir al público?
La esencia es la misma del Quijote, con la diferencia de que esto es un juego que ha propuesto José Ramón del teatro dentro del teatro. Somos dos actores y una actriz, de diferente edad y mentalidad, con un compañero que toca el chelo y nos enfrentamos al Quijote con la idea de rescatar aquello que merece la pena, que es el referente moral que sigue siendo este hombre: enfrentarse a todo lo que se tercie con tal de defender unos principios. Sin querer dar doctrina. Hemos rescatado del Quijote toda la parte de humor, ternura, autocrítica, pero vamos que el espíritu es el mismo que movió a Cervantes a escribir la novela.
¿Se intentan recoger estos valores y mostrarlos en el conjunto de la obra?
Sí, pero no únicamente los valores, sino los pasajes literalmente más bellos y el ojo crítico de Cervantes señalando todos los atropellos y las barbaridades que se cometían en esos tiempos y que, desgraciadamente, siguen estando de rabiosa actualidad.
¿Cuáles, a su juicio, son los aspectos más complicados de la personalidad de Don Quijote, a la hora de interpretar?
Complicada quizá no sería la palabra. Es un personaje tan rico, con tantas posibilidades que no pesa hacerlo. En esta representación no dependemos de vernos obligados a someternos a las comparaciones porque partimos de una propuesta en la que Pepe Sacristán es Don Quijote, no hay otro engaño. Y partimos de la propuesta en la que Rocinante es un barril que tiene por cabeza un cubo con rabo y escoba. Entonces estamos hablando de una proposición, no de reproducción de museo, sino una interpretación a nuestro aire y a nuestra manera. Y yo en vez de leer las dificultades, veo todo lo contrario. Es un personaje como el de Sancho, Sanchica, que es tan rico en matices que son muy agradecidos después.
En esta particular interpretación, ¿qué papel juega la locura?
La locura está en un término muy apartado. Nosotros hemos querido rescatar a un tipo que no se para a considerar los riesgos que puede correr con tal de defender unos principios, si esto es locura… pero por encima de todo lo que nos interesa es señalar que alguien que corre estos riesgos, incluso a pesar de ser tildado de loco, es capaz de defender a los que nada tienen.
Bueno, al margen de esta obra y centrándonos en su carrera profesional, ha tenido una larga y dilatada trayectoria tanto en cine, teatro y televisión. ¿Qué le aporta cada uno de estos medios y, a la hora de interpretar, cuál requiere un mayor esfuerzo?
Yo creo que no se pueden medir por esfuerzos. Mis relaciones van con el personaje y con la historia y con los compañeros, luego el medio va un poco en segundo lugar. La televisión produce una mayor popularidad, pero el cine y el teatro también. Pero en principio, para mí, no hay diferencia, ésta es puramente mecánica. La diferencia fundamental radica en el personaje, en la historia y en los compañeros. Posiblemente el medio más natural para el actor sea el teatro, pero me parece que hacerlo bien es igual de difícil en el cine, el teatro, la televisión o dónde sea.
¿Se decanta por alguno de estos escenarios?
No, ya te digo, me decanto por el personaje y la historia, no tengo preferencias por ninguno. Mi relación con el público es igual que con las cámaras.
Este 2013 ha tenido un gran inicio para usted que comenzó con el premio Goya a Mejor Actor por la película ‘El muerto y ser feliz’, ¿qué supuso ganarlo después de más de 50 años en esta profesión?
Bueno, una alegría y una satisfacción. Pero bueno, antes del Goya ya tuve el Forqué y cayeron unos cuantos más. Y hombre, siempre que cae un premio es algo bonito, pero no puedes vivir pendiente de esto, ni mucho menos.
Una película, ‘El muerto y ser feliz’, que le ha traído muchas alegrías, ¿no es así?
Alegrías sin parar. La primera y la mayor, haberla rodado y que haya sido en Argentina. Y también me ha estado proporcionando reconocimientos. Una película como la de David Trueba, ‘Madrid 1987’, dos películas hermanadas para mí porque son de gente joven, gente con coraje, talento y, sobre todo, que arriesgan.
Desde que usted empezara en este mundo, ¿cómo ve que ha ido evolucionando el mundo del teatro y el cine?
Pues ha ido evolucionando tal y como va cambiando la sociedad. Por poner un ejemplo, donde estaba el cine Avenida, ahora te puedes comprar unas camisas y donde estaba el Palacio de la Música, ya no puedes ir porque está cerrado, donde había teatros, ahora hay otras cosas… Sería muy largo de contar pero, lógicamente, los cines y los teatros, unos se llaman Häagen-Dazs y otros Compact, y vamos sobreviviendo al cambio de los tiempos, pero con alegría, con coraje y con talento.
En estos últimos años y coincidiendo un poco con la crisis, ¿cree que se está haciendo un esfuerzo mayor para sacar adelante proyectos que atraigan al público?
El esfuerzo es infinitivamente mayor, lógicamente. Pero lamentablemente, aunque se haga ese esfuerzo, hay compañías que suspenden las giras o un espectáculo teatral que iba a tener una rotación de X tiempo, hay que reducirlo… y vamos tratando de sacar adelante nuestra relación con el público de la mejor manera que podemos porque es a lo que nos dedicamos. Sin embargo, e indudablemente, las cosas han cambiado. Pero esto no quiere decir que todo lo que se hacía antes estaba bien, hay graves errores que se cometieron durante mucho tiempo, pero indudablemente lo que ahora está pasando es una brutalidad terrible.
¿Cómo ve la trayectoria del cine y del teatro español?
Sería un diagnóstico muy largo de contar, pero, como decía Machado, seguiremos caminando.
¿Cree que ahora todo el mundo de la cultura está arrimando mucho más el hombro?
Sí, claro. Pero en estos tiempos últimos, no hay más remedio que arrimar todo lo que se pueda para tirar hacia delante.
¿Esta crisis está sacando a la luz productos de más calidad?
No, no me atrevería a decirlo. No se está renunciando a la calidad, de ninguna de las maneras, pero sería temerario decirlo porque si cada vez que hay crisis hay productos de más calidad, entonces, sería preferible que todos los días hubiera crisis. Seguimos, no renunciando a la calidad, pero sí con más dificultades.
De cara al futuro, ¿qué proyectos tiene en mente?
De momento, seguir con mi Quijote y una película de otro cineasta joven, Carlos Vermut, que rodaremos en verano y aquí, seguir en la lucha.