“Ahora mismo me siento bien, estoy contento y tengo ganas de vivir, si me dejan (en clara alusión a la sociedad actual)”. Son palabras de Esteban, con poco más de cuarenta años, natural de Cádiz y vecino de Jerez. Prefiere utilizar un nombre ficticio. La vida le dejó “bloqueado” hace cuatro años cuando le diagnosticaron que tenía sida, si bien a ciencia cierta no es capaz de saber cuánto tiempo llevaba infectado. Antes de que el médico le diera la noticia “que menos esperaba”, había pasado por un rosario de pruebas por el “malestar general” que sufría, con vómitos diarios e incluso llegó a darse sesiones de quimioterapia “porque pensaban que era otra cosa”, relata a este periódico.
Así estuvo seis años, con unos problemas de salud que se complicaron con una grave neumonía “que me estaba matando”, y sin que en aquellos momentos se le pasara por su mente la posibilidad de que estuviera infectado por el VIH, sobre todo porque en su caso, añade, siempre solía realizarse “periódicamente” las pruebas “y me daban negativo”. Unas circunstancias a las que se sumaba además el que tomara precaución en sus relaciones de pareja. Sin imaginarlo, el mundo se le vino a sus pies a él y a su familia cuando esta vez los resultados no fueron los de siempre.
Ya nunca sería como antes, y a partir de ese momento le invadiría una soledad que poco a poco va combatiendo y que en cierta medida él busco al principio mientras esperaba que “el tiempo pasara”. Terminó con su pareja, que no estaba infectada, y con el que no pudo superar esta situación “porque no podía con tanto estrés, y aunque aceptó seguir conmigo, no sabía cómo ayudarme ni física ni psíquicamente”. También se alejó un poco de su familia “porque no quería involucrarlos”.
Era tal su miedo que al principio, como explica, “no quería tocar a ningún niño”; “me sentía bastante marginado porque no conocía a nadie que tuviera eso. Ahora ya no me siento tan marginado, y tengo a mis sobrinos, y a mi familia. No tengo ningún problema”. Sin embargo, hubo una etapa en la que sentía que no le comprendían y se veía en la obligación de dar explicaciones al resto sobre su enfermedad, unas circunstancias que fueron remitiendo poco a poco.
“El propio médico me dijo que no tenía ninguna obligación de decir que estoy infectado, que usando protección si estoy controlado tengo incluso menos riesgo de contagiar a una persona que otra persona que esté diagnosticada o no tome tratamiento; otra cosa es que yo tenga una relación larga y lo oculte”, explica.
entre 500 y 600 personas
Aunque ahora trabaja cuidando en el centro a personas que no pueden valerse por sí misma, y reparando ordenadores, tiene previsto irse con su madre para ayudarla, ya que está en un centro de día por su delicada salud. Esteban siempre recordará con cariño las palabras de su progenitora al poco tiempo de saber que sufría esta patología con connotaciones tan antisociales. “Mi madre siempre me dijo que iba a estar a mi lado, y que ojalá le hubiera tocado a ella en vez de a mí”.
Hoy domingo se celebra el Día Mundial de la lucha contra el Sida. Entre 500 y 600 personas son tratadas por esta enfermedad por los especialistas, según Siloé, que estos días ha desplegado un lazo gigante rojo en pleno centro para “visualizar” esta enfermedad.
Su presidenta, Josefina Bejarano, ha lamentado que todos, administraciones y agentes, “hayan bajado la guardia” sobre esta patología tan castigada, y ha llamado la atención sobre la marginalidad y la exclusión social que sigue rodeando a las personas que viven con este virus.