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Huelva

Una tarjeta de crédito que no sirve en los cajeros, pero sí con los jamones

Una idea del empresario onubense Domingo Eíriz, de Corteconcepción, que \"facilita un poco más que los clientes accedan, con características como que se puede cargar con el importe que el cliente quiera, sin un saldo definido previamente\"

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  • Domingo Eíriz con la tarjeta -

Dos mundos tan diferentes como son el de los bancos y los productos derivados del cerdo ibérico han conseguido unirse gracias a la idea de un empresario onubense, Domingo Eíriz, que ha creado una tarjeta de crédito que no sirve en los cajeros, y sí para comprar jamones.

Se trata de una idea que este joven empresario aplica en la empresa familiar que regenta en Corteconcepción, un pequeño pueblecito de menos de 1.000 habitantes en la sierra de Huelva, donde Jamones Eíriz mantiene la receta centenaria de dejar curarse en secaderos naturales todos los productos derivados del cerdo ibérico.

Es una empresa en la que no hay ni un producto químico, y se trabaja con las técnicas artesanales de hace 200 años, pero que ahora tiene un elemento distintivo en forma de tarjeta de crédito, una idea que "facilita un poco más que los clientes accedan, con características como que se puede cargar con el importe que el cliente quiera, sin un saldo definido previamente".

Lo explica a Efe el propio empresario, que ha aplicado a esta idea toda la tecnología posible para que sea efectiva, y señala que la tarjeta se puede utilizar con saldo propio "con el que carga el cliente" o bien "cargarla con una cantidad definida y regalarla, de modo que, cuando llegue la hora de pagar los productos, solo haya que sacarla y restarle el saldo que se consuma".

La forma de usarla -asegura- es muy fácil, aunque a la vez tiene su misterio informático, "ya que al cliente que la carga se le asigna un número de registro, que tiene que coincidir luego con el de la propia tarjeta de crédito, y lo que hacemos en la tienda es comprobar que ambos números coinciden para que sea efectiva la compra".

Para que nada falle, la tarjeta tiene una fecha de caducidad, como la de los propios cajeros automáticos, que está pensada para aprovechar al máximo la frescura de los productos que se venden, con lo que el cliente tiene seis meses para consumir su saldo, una vez que es activada.

Además, llama la atención algo que la distingue del resto de las tarjetas de crédito convencionales, ya que es bilingüe: "Fue algo que no habíamos pensado, pero el primer cliente que la tuvo era inglés, y pensamos rápidamente que, si queríamos atraer al público británico por ejemplo, no costaba ningún trabajo que la tarjeta estuviese en inglés y español, y quedó así finalmente el diseño".

A pesar de lo llamativo de la idea, no es la primera original que tienen en esta empresa para atraer público a Corteconcepción, con iniciativas como llevar a cabo recorridos turísticos que hacen que el visitante conozca desde el cerdo en las dehesas pastando en libertad hasta todo el proceso de culminación de la carne que llega a las casas del consumidor final.

Fue también una de las promotoras en su día de vender el jamón ya loncheado y envasado al vacío, procedente de los 1.500 cerdos de la empresa, amparados en el Nivel Sumun, el máximo que se puede producir en el mundo del jamón ibérico.

Esta empresa, a cuya sede central se llega callejeando por las casas blancas de esta localidad, al lado de un secadero de ropa como el que se ha utilizado junto a un riachuelo durante siglos, cuenta con varios reconocimientos.

Entre ellos destaca el Great Taste Award de Reino Unido, un reconocimiento considerado el Óscar de la alimentación, que obtuvo en el año 2011 entre 7.500 participantes de todo el mundo.

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