Nueva pelea con con consecuencias importantes en el botellódromo en Jerez en menos de una semana. La Policía Local detuvo la noche del viernes al presunto autor de una agresión con arma blanca en las explanadas de Chiribitos, frente al parque González Hontoria, en la que resultó herido de gravedad un joven de 19 años.
Según informan fuentes municipales, los agentes de servicio en la zona intervinieron “rápidamente” al producirse un altercado entre un grupo de jóvenes. Al parecer, uno de ellos, menor de edad, asestó presuntamente “varias puñaladas a la víctima”, que se encuentra hospitalizada con pronóstico reservado.
Tras comprobar el revuelo en la zona de la movida elegida por centenares de jóvenes para reunirse los fines de semana, la policía atendió “inmediatamente” al herido y solicitó una ambulancia en el lugar de los hechos. Poco después, el presunto autor de las puñaladas era detenido en la glorieta de los juegos olímpicos, junto al Palacio de Deportes de Chapín. El problema es que esta agresión, que ahora investiga la Policía Nacional, no es aislada.
La semana pasada, un menor tuvo que ser hospitalizado a consecuencia de la paliza que recibió en el recinto autorizado para beber alcohol en la calle desde que entró en vigor la conocida como ley ‘antibotellón’, lo que reabre de nuevo del debate sobre la seguridad de este espacio al margen de la diligencia con la que actúen los agentes, que difícilmente pueden controlar todo lo que ocurre a priori y quién entra en el recinto.
“Hay muchos niños chicos”
En este caso el dicho de que “esto no va a cabar hasta que no pase una desgracia” no tiene cabida. En julio de 2012 una pelea en el botellódromo terminaba con la vida de un menor, Jairo Gómez, tras ser apuñalado por otro joven, quien actualmente cumple una condena por homicidio en prisión. A raíz de ese incidente, el Ayuntamiento defendió el dispositivo de seguridad y se comprometió a dotar de contenido ese espacio con actividades que lo desligaran en exclusiva al botellón. Después de tres años todo sigue igual. “Deberían de organizar conciertos o iniciativas que tenga a la gente entretenida. Este sitio es inseguro pero como lo es la calle en sí; aquí hay peleas, como también las hay fuera. El problema es que vienen muchos menores y no los puedes controlar, entonces tendría que vallarse el botellódromo y pedirse el DNI, como en una discoteca”, señala Daniel, de 23 años, que es un asiduo al botellódromo y defiende un uso “responsable” de este espacio.
Lamentablemente no todos tienen ese concepto y es ahí cuando surgen los conflictos. “Aquí también viene gente normal a reunirse con sus amigos, sí, bebemos, pero a lo mejor nos gastamos cinco euros y nos tomamos una botella entre cinco. Aquí todo el mundo no viene para cogerse un ciego”, señala. “Voy todos los fines de semana y hay policías y eso pero la Policía no está tan pendiente como debería estar y últimamente hay mucho niño chico, menores que la lían porque no saben beber, y es entonces cuando empiezan las peleas”, relata.
Sin poder controlar quién va
Y es que este espacio puede congregar desde poco más de 200 en el peor de los casos hasta los 2.000 jóvenes, dependiendo de si esa noche hay fiesta en discotecas de la zon como la Galería. El dispositivo habitual y permanente en las explanadas incluye dos o tres unidades de agentes del 092, siendo frecuente que una pareja esté debajo de las vías del tren para impedir que los jóvenes se concentren allí (salvo en casos de lluvia) mientras que las otras dos controlan los problemas que puedan surgir en las explanadas y realizan controles de alcoholemia. Algunos se someten a él de forma voluntaria.
“El botellódromo es peligroso de por sí por la afluencia de público, pero no porque haya gente peligrosa, no es tan habitual que haya bronca,”, señala un agente que ha hecho “muchos servicios” en un recinto del que asegura que tiene mucha más luz que antes y que ha ganado en seguridad desde que los coches no acceden a la parte reservada a peatones.“Antes estos coches lo que hacían era hacer el vándalo y ahora está todo mucho mejor porque está la gente a un lado y los coches en el otro aparcados. La mayoría no se emborracha y muchas veces son ellos los que nos piden que les hagamos los controles para no coger el coche si dan positivo. He llegado a hacer más de 60 una noche y todos han dado negativo. La gente no sale de allí borracha", añade el funcionario.
Otra historia es controlar el acceso “de menores y de personas con ganas de bronca porque no hay un paso único ni identificar a todo el que llegue”. “No podemos llegar a una bronca en cinco segundas, y aunque hubiera 40 policías tampoco daría tiempo. Políticamente habría que avanzar hasta otras actividades que no sea solo el botellódromo pero eso ya no es cosa de nosotros”, reconoce este mismo policía.
El delegado de Seguridad llamó al civismo día antes
Antes de la segunda agresión, preguntado por la del pasado sábado, el delegado de Seguridad, Francisco Camas, la calificó como “una cosa tremendamente anómala”. Advirtió entonces que “los recursos de seguridad ya están establecidos y se consideran suficientes” y llamó al civismo.“Hay que comportarse adecuadamente”, dijo.