Cuenta el periodista y escritor Antonio Ortega que el cantaor Tomás Pavón se negaba a cantarle a los señoritos, “si tenía el día cubierto para comer” y lo pone como ejemplo de valentía frente a la cobardía que, en su opinión, ejercen muchos flamencos de hoy.
Durante su intervención en La Entrevista de Ondaluz Sevilla TV, Ortega ha defendido la “valentía” con la que muchos artistas “denunciaban antes lo que ahora muchos callan; hay una tremenda cobardía en el mundo del flamenco ahora mismo”. Asimismo, ha criticado que “hoy en día, los flamencos van dándole muchos abrazos al director de la Bienal y por detrás lo ponen a parir; ahora -dijo- algunos de ellos, valientes, se van quejando en Facebook de que ni ha pagado la Bienal todavía a tres meses”. Desde su punto de vista, “eso pasa porque hay muy pocos artistas que sepan defenderse con su cante, realmente con su baile y con su toque; tú tienes un poquito y yo me conformo, pero si ese poquito lo tapas con un abrazo al director para que te dé una actuación, me parece lamentable”.
Todo lo contrario a los valores que defendieron otros muchos flamencos a lo largo de la historia, buena parte de ellos autores tan valiosos para el flamenco como desconocidos. Ése fue el caso de Enrique Guillén Cascajosa, más conocido como el Bizco Amate, un flamenco callejero, pedigüeño y reaccionario que se ganaba la vida cantando por calles y tabernas a cambio de unas “perras gordas”, durante los años de posguerra. Su único bosquejo biográfico documentado es obra del periodista y escrito Antonio Ortega, titulado Voz de Canela. Un libro que ahora, trece años después de su primera edición, ha sido reeditado por la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Sevilla. En su opinión, “la clase oprimida se mantiene en el tiempo, y hoy tiene una glorieta a su nombre y un libro”.
Una labor, la de la investigación a la que Ortega también denunció que ni la Agencia del Flamenco ni la administración ayuda porque “cómo va a becar usted a un investigador que sabe de flamenco más que usted, le tendrá que ayudar económicamente para que lo haga, pero no becarlo que luego le piden hasta el ticket de la gasolina y acaba la gente delinquiendo porque no sabe cómo justificar la subvención”.