Aspectos de la realidad cubana como la homofobia, las dificultades de la vida cotidiana o el sueño estadounidense se muestran sin tapujos en "Últimos días en La Habana", una película de Fernando Pérez que se ha presentado este jueves en la sección oficial del Festival de Cine en Español de Málaga.
Los dos protagonistas son Miguel, que mientras espera la visa que le permita cumplir su sueño de huir a Nueva York trabaja como lavaplatos en un restaurante, y Diego, que sólo sueña con vivir porque se encuentra en una fase avanzada del sida.
Ese Diego, llamado así en homenaje a otra exitosa película cubana, "Fresa y chocolate", es interpretado por Jorge Martínez, quien cree que, pese a que es "el que se está muriendo, es el más optimista de todos".
Cuando hizo las primeras pruebas para el papel, Martínez tenía "mucho miedo a la caricatura", aunque "el gay cubano es así, una carroza", y después comprendió que era un personaje "al que le queda poco, pero quiere darle vida a los demás".
"Las piernas ya no le responden, y toda la vida la tiene en las manos y en la cara", ha añadido el actor, que tuvo la principal dificultad en la necesidad de perder doce kilos para el personaje.
Ha destacado la capacidad del director de "meterse dentro de la vena de la sociedad", algo que se comprueba en esta película donde aparece La Habana "como es".
"Tenemos miles de problemas, pero los cubanos seguimos bailando. Es la manera como nos hemos protegido de lo de dentro y de lo de fuera, de los bloqueos que hemos tenido de fuera y de los que hemos tenido nosotros mismos", ha resaltado el actor.
Considera que "Fresa y chocolate" se rodó "en un momento más difícil" para los homosexuales, pero ahora la hija del presidente de Cuba dirige "el CENESEX, que protege la vida de los homosexuales, las lesbianas y los transexuales, y se ayuda mucho a eso".
Su personaje, Diego, "habla de un pasado de homofobia que existió, como en otros lugares del mundo, pero la misma Policía de Cuba que pudo reprimir a un gay ahora lo protege mucho de casos de homofobia".
También ha apuntado el hecho de que el ICAI cubano "es una institución estatal y está haciendo una película como ésta, un poco contestataria porque plantea problemas como la homofobia, pero al final son problemas universales".
"El cine de Cuba siempre quiso ser documental y narrar la vida de los cubanos, y es el medio de difusión más importante y el que mejor se hace. El cine es el que más ahonda en las heridas y el más optimista, y esta Habana que se ve está a dos cuadras de la turística y se muestra sin miedo y sin tapujos".