Acaba de terminar dejando una estela de nervios e ilusión, como todos los años. Estos últimos días de la Cuaresma son de los niños. Hace tiempo que la escuela, la clase dedica estas mañanas a recorrer las iglesias para apreciar el trabajo, la preparación de un paso. Es una actividad que ellos agradecen, sobre todo al descubrir el misterio que guardan las caídas, el espacio que cubren.
El cofrade que les habla les invita a entrar, a estar bajo los palos, a ver el trono por abajo, desvelándoles lo imaginado para que sueñen más. La vuelta al colegio discurre en una fila medio deshecha, charlando entre ellos del montón de cosas que van a contar a la hora del almuerzo, cosas que no se les olvidarán nunca. Son momentos que merece la pena contemplar para luego, por ejemplo, dejarlos en estos renglones que, seguro, rescatan otros al leerlos.
En este semana también desfilaron las procesiones escolares. Los alumnos un poco más mayores se afanaron en ello, poniendo la ilusión y las manos en los pliegos de papel que pegaron formando los capirotes, los que transformaron en pétalos de flores. El trabajo manual continuó en casa, poniendo a prueba la capacidad de improvisación de las madres y las abuelas al adaptar un trozo de tela con hechura de túnica y fajín de cartulina. Se trata de un proceso que cansa, que agota, pero que todos disfrutan intensamente. Y el maestro más que nadie.
Él fue quien se puso a la tarea, quien la maduró para distribuirla con la mayor facilidad posible, dando las pautas para realizarla entre clase y clase, incluso sacrificando un poco la hora del recreo, para luego exponer el resultado de este trabajo en equipo en ese desfile, en esa procesión cuyos detalles arrancó las sonrisas a los paseantes. No faltaron la cruz de guía, los cirios, los banderines, las banderas, el Senatus, las señoras de mantilla, la presidencia, la cruz parroquial, el paso, la uniformidad de los cargadores, su propio lenguaje, el aguador y la banda de música. Todo rigurosamente ordenado, estudiado para que resultara tan colorista y descriptivo como una miniatura.
Merece la pena el trabajo, la satisfacción que aporta el resultado, que no es otro que ver la complicidad en las caras de todos que móvil en mano inmortalizaron el momento. Estas imágenes ya corren por la Web con los pulgares arriba y en esta semana que empieza se mostrarán a pie de acera como lo más agradable mientras distrae acortando el parón, mientras los tambores callan.