Es lo que se merece el grupo cuyo nombre ofende y apuñala la definición que recoge el diccionario. Hasta el término “salvaje” que incluye se le despega, porque a los seres que lo han adoptado se les queda corto o les viene grande, según se mire.
Por esta semana que empieza aún coletea la impotencia ante la sentencia leída, la que fue la chispa para que la opinión pública explotara, convirtiendo las imágenes en llamaradas y las redes sociales en fogatas. No es para menos. Con la lentitud que se vienen dando los pasos hacia delante en los temas de igualdad, esta sentencia ha sido como estar jugando a “tengo carta”, el juego infantil que mandaba dar pasos de gigante, de tortuga o de cangrejo a fin de atrasar la llegada a la meta.
En el caso que nos ocupa ha sido dar un largo paso hacia atrás, tanto que nos devuelve al siglo pasado, concretamente al año 1999, a la anulación de una condena por violación porque la víctima llevaba pantalones vaqueros. La justicia italiana consideró que la joven de 18 años no pudo ser violada porque tuvo que colaborar activamente para quitárselos. De nada sirvió la indignación, la justificación legal de la violación como lo calificó la prensa italiana, en fin, una decisión absurda, según la Secretaria de Estado para la Justicia, que favoreció al violador, que se libró de los dos años y diez meses de cárcel. Para llorar.
Desde entonces hasta ahora sigue condicionando el miedo a la denuncia porque el trago y el trance continúan sin servir para nada. Pocos son los casos que prosperan, que protegen a las víctimas, que los hay, pero no nos llegan, apenas una esquelita en los periódicos. Las imágenes que hemos visto durante esta semana, el reportaje que ha salido en todos los noticiarios al día siguiente de la lectura de la sentencia, lo cerraba una chica joven diciendo “quiero ser libre”, libre para salir sola, sin tener que obligar a nadie a acompañarla a volver, sin tener que llevar las llaves en la mano.
Es muy triste pero lo es más comprobar que entre las líneas de semejante fallo se esconde un mensaje rancio y oscuro que como una zarpa araña el alma al darnos cuenta de que los pasos dados, lo logrado sufre un proceso de retractilidad que ha llevado a manifestar abiertamente nuestra sororidad, nuestro apoyo a la víctima, pero será ella quien lleve durante toda su vida ese peso en los hombros, esa herida en el corazón.
Este grupo infame la mató hace dos años y la sentencia le ha dado el tiro de gracia. No merecen ni una letra.