“Hay quien la toca con partitura, pero es tan enrevesada que no da tiempo de leerla. En este caso, la cuestión pianística es tan compleja que la partitura sería un impedimento”, reconoció ayer a Efe Díaz, nacido en 1970 en Santa Cruz de Tenerife.
El tinerfeño se encuentra además entre los pocos que interpretan los doce movimientos, agrupados en cuatro cuadernos. “No hay mucha gente en el mundo que la toque entera, sobre todo los últimos dos cuadernos. En realidad se cuentan con los dedos de las manos”, añadió el artista, de 39 años, y considerado como uno de los pianistas más brillantes de su generación.
Isaac Albéniz (Gerona, 1860 - Cambo-les-Bains, Francia 1909) fue un niño prodigio, que a la edad de siete años pasó los exámenes de admisión en el Conservatorio de París, pero no resultó admitido debido a la edad, y a los quince años ya había dado conciertos en varias lugares de Estados Unidos y Europa.
Este genial compositor y pianista –que decía de sí mismo que era un pintor y que sus pinceles eran las teclas del piano–, se orientó a la música popular, siguiendo la influencia de su maestro Felipe Pedrell, y formó parte de la escuela nacionalista española.
De ahí surgieron conocidas óperas, como Pepita Giménez, además de la Suite Española, dedicada a la reina Isabel II, y donde destaca la composición Asturias.
Sin embargo, “con Iberia dio a conocer su talento en todos los sentidos, en la armonía, color. Era todo totalmente revolucionario, el uso de armonías modales, de disonancias extremas, fue muy novedoso”, afirma también Díaz.
Dentro de Iberia destaca el movimiento Lavapiés, la única pieza no inspirada en Andalucía, y que fue caracterizada por el compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992) como “la más importante obra para piano en torno a 1909”.