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Hablillas

La vuelta

Es el año real, el que no empieza en enero, un año con tres estaciones más una en la que se unen el descanso y la previsión.

Publicado: 03/09/2018 ·
01:02
· Actualizado: 03/09/2018 · 01:02
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Es lo que más cuesta, por eso estos días corretean por youtube un montón de tutoriales con indicaciones que concluyen en la sugerencia de la toma de un fármaco para hacer más llevadero el inminente e irremediable titular de hoy.

Qué cosas, casi todo puede crear un trauma o una depresión, dicho con todo respeto, y cada año que pasa son más los casos que se diagnostican. La pregunta es por qué entristece volver. Si siempre nos estuviéramos divirtiendo llegaríamos a  cansarnos, a aburrirnos. Ya lo dijo Óscar Wilde, un adelantado a su tiempo que revive actualizado, en sintonía con el momento en que se le rescata. Pero no nos desviemos, los viajes, las vacaciones se disfrutan porque se acaban. Si no seríamos nómadas hasta encontrar el lugar donde asentarnos. Es el objetivo, para lo que ha nacido el ser humano. Con lo que llenamos nuestros días libres y lo que nos aportan, nos queda el recuerdo y eso es precisamente lo que nos sustenta, donde nos agarramos cuando nos hiere la añoranza.

Con la vuelta a la rutina renace en nosotros un sentimiento que se nos queda muy atrás, en la infancia, cuando llorábamos porque no queríamos irnos de la casa de los abuelos o porque se acabara la navidad. El verano, como es más largo, nos parecía distinto hasta que los primeros días de septiembre se dejaban acariciar por unas ráfagas frescas, precursoras del cambio de tiempo, indicadoras de la vuelta al colegio.

Hoy se anuncia nada más terminar el curso, con los restos de la goma de borrar y las virutas de los lápices escondidos en los pliegues de la mochila. Por eso, lo que ven nuestros ojos en estos días, lo que se publicita en televisión da fatiga hasta rozar el desmayo, porque aún el calor sofoca y aunque falta una quincena, a las criaturas -y no tanto- se les empieza a agobiar con los jerseys, las botas y los chaquetones. Es cuando nos damos cuenta del paso del tiempo, otro curso más al que nos enfrentamos con la distancia inmensa de nueve meses, una incertidumbre tan distinta a la infantil, que se suavizaba con la ilusión del paso del primer trimestre adornado con espumillón. Es el año real, el que no empieza en enero, un año con tres estaciones más una en la que se unen el descanso y la previsión. Lo vemos en los escaparates, bañadores junto a chaquetas, chanclas no tan alejadas de los stiletos, bermudas rivalizando con los palazzos, pugna que azuza la vuelta, recordándonos la habitual y cansina tarea otoñal de revisar concienzudamente los armarios. Que nos sea leve.

 

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