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Hablillas

El día de las escritoras

La literatura, la escritura es un arte y como tal poco importa el sexo de la mente y de la mano que la cultiva.

Publicado: 14/10/2018 ·
23:44
· Actualizado: 14/10/2018 · 23:44
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Por este largo fin de semana se ha paseado por el móvil un mensaje informándonos sobre el día que titula la hablilla de hoy, un iniciativa que nació hace dos años para dar a conocer la labor y la trayectoria de estas mujeres  ignoradas por la historia. De inmediato se nos viene a la mente Zenobia Camprubí. Sin sus traducciones no habríamos leído  a Tagore, o María Lejárrega, quien escribió las obras de teatro de su marido, Gregorio Martínez Sierra, dramaturgo con poco oficio, y una lista que se va alargando, que va dando luz a nombres femeninos condenados al olvido o que permanecieron escondidos tras un seudónimo. Las Sinsombrero dieron los primeros pasos entre la Generación del 27, abrieron la rendija por la que pasaron las demás, demostrando con valor que estaban ahí, aunque no constaran en las antologías. Estas mujeres fueron trasgresoras con su actitud, luchando contra la discriminación sufrida. Algunas sonaron, pero cuando les llegó la muerte también les llegó el silencio.

La literatura, la escritura es un arte y como tal poco importa el sexo de la mente y de la mano que la cultiva. Y concluimos así actualmente, aunque se siga preguntado si hay diferencia, si existe literatura femenina y masculina. El escritor puede ser quien quiera, lo que quiera, porque puede construir una vida para vivirla cuanto tiempo desee. Hoy la investigación nos descubre nombres bajo un título con contenido, con calado, porque ellas escribían desde su propia libertad, transmitiendo sentimientos con la valentía que lleva implícita la sinceridad. El hecho de quitarse el sombrero, en su caso, fue tildado de originalidad, siendo, en realidad, la bofetada más dolorosa, porque la dieron sin manos. Éstas las usaban para crear, para elevar sus obras convirtiéndolas en arte. Gustaran o no formaban parte de la época, de un movimiento, aunque se reconocieran casi un siglo después.

Dedicar un día del año a las escritoras es una iniciativa merecida, entrañable, oportuna. La pregunta es si realmente lo necesitan. En su momento sabían que se enfrentaban a lo peor de un imposible porque ese imposible existía. Y siguieron adelante sabiendo que en cuanto las manos se les cansaran también las bocas se cansarían de pronunciar sus nombres. En cualquier caso, el día elegido coincide con el de Santa Teresa, nuestra primera escritora, se dice. Un detalle muy significativo. Las bibliotecas les dedicarán la tarde. Si no asistimos, dediquémosles un rato en casa. El gesto es lo importante, no cuántos lo vean.

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