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‘Las Herederas’: Entre mujeres

Ellas son las dueñas del relato, lo marcan y le imprimen sus señas de identidad. Ellas lo protagonizan y entre ellas se tejen relaciones de clase y desclase...

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¡Qué debut tan deslumbrante, tan espléndido y tan sutil, tan esquinado y tan expresivo, tan complejo en su depurada puesta en escena, tan cargado de contenido y sugerencias, tan austero en estilo, tan elegante,  tan irónico y tan valiente… este del guionista y realizador paraguayo Marcelo Martinessi, cosecha del 73!

Coproducción entre Paraguay, Alemania, Brasil, Noruega y Uruguay de 97 minutos de metraje, escrita también por el propio director, notablemente fotografiada por Luis Armando Arteaga e interpretada con excelencia y verosimilitud por su reparto, salvo un par de fugaces presencias masculinos, exclusivamente compuesto por mujeres. Sobre todo, por una eminente Ana Brun -aunque Margarita Irún, Ana Ivanova o Nilda González no le vayan a la zaga… -justamente premiada en Berlín, donde ‘Las herederas’ obtuvo también el Premio Especial del Jurado, dos Osos de Plata a la película y a la Actriz y el FIPRESCI de la crítica.

Es una historia de mujeres, se reitera. Ellas son las dueñas del relato, lo marcan y le imprimen sus señas de identidad. Ellas lo protagonizan y entre ellas se tejen unas relaciones de clase y de desclasamiento, de poder y de servidumbre, de deseo, de amor y desamor…

Así son las dos protagonistas, herederas de todo y de nada. De una relación en la que la intensidad dio paso a la dependencia y al cuidado afectuoso de una sobre la otra, aparentemente más vulnerable.  Viviendo de las rentas de un pasado otrora lujoso y ahora afrontando el oscuro horizonte de unas estrecheces, que se perciben aún más cuando debes poner en venta gran parte del mobiliario de tu casa, renunciando con ello a un modus vivendi ejemplificador de un estatus socioeconómico perdido para siempre.

Aunque la cárcel para una de ellas por un delito de estafa, suponga la libertad para la otra. Una nueva vida que le abre las puertas a un trabajo de conductora con sus otrora iguales que la prefieren porque fue una de las suyas. Que le permite seguir siendo la señora con su criada y cómplice silenciosa. Que le recuerda que su cuerpo y sus deseos de sexagenaria siguen latiendo cuando conoce a la hija de una de sus empleadoras. A partir de ahí, la vuelta atrás será imposible…

Y todo esto lo observa y lo transmite Martinessi con una lucidez y una delicadeza, con una inteligencia y una madurez, impropias en un principiante Economizando los recursos estilísticos, con una planificación tan contenida, cargada de miradas y silencios y tan reveladora al tiempo de los distintos ambientes en los que se mueven estas dos mujeres, incluyendo el carcelario, sin  estridencias, ni subrayados melodramáticos.

Al tiempo que el aplauso de crítica y público, Martinessi ha desatado las iras con esta historia lésbica entre dos mujeres mayores del Paraguay más conservador. Un país que ha querido retratar aquí, en sus propias palabras, ” a través de la vida de ellas dos en cuya relación hubo una vez pasión, que el tiempo ha diluido. Quería contar el paso del tiempo en sus rostros, en el empapelado de la casa, en los muebles…”

Y a fe que lo ha logrado. Nadie debería perdérsela.

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