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Hablillas

Latín lover

No podemos evitar preguntarnos por la pedagogía, si hubiera sido más amena, si nuestros profesores hubieran tenido un libro a mano como el del título.

Publicado: 01/07/2019 ·
01:22
· Actualizado: 01/07/2019 · 01:22
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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En estos días previos al descanso estival, la radio, en su franja nocturna, dedica un buen número de minutos a facilitar, a aconsejarnos lectura, especialmente la destinada a instruir entreteniendo. Es el caso del título de la hablilla de hoy, que no tiene errata aunque pueda parecerlo, porque la tilde hace su función diferenciando el nombre del adjetivo si pensamos en inglés, título que continúa con “el latín que hablamos (aunque no nos demos cuenta)”.

Así lo ha querido su autor, el Profesor D. Emilio del Río, Doctor en Filología Clásica. Se ha tomado la licencia con este título atrevido,  singular y contundente, pensado para quienes aseguran la muerte de esta lengua, para los convencidos de su inutilidad, para quienes la olvidaron entre los apuntes del bachillerato, amarillecidos y arrugados, y para quienes la adoran hasta el delirio. En el libro da fe de su vigencia y modernidad, demostrando su inclusión en nuestro día a día y nuestro desconocimiento.

Ante tal destreza en el análisis tan apasionado como riguroso, recordamos los exámenes finales frente a una traducción de Salustio. Nos salvaban un poco los renglones elegidos de los Epigramas Selectos de Marcial, algún fragmento de Metamorfosis de Ovidio o del Asno de oro de Apuleyo, la búsqueda en el diccionario, la caricia del aire al pasar de las hojas, la distracción momentánea, el detenimiento circunstancial y breve ante una voz evocadora que relacionábamos enseguida al leer la etimología.

A pesar de resultar un trabajo cansino y afrontarlo con la pereza producida por el calor seco y silencioso de la tarde, el latín era apasionante y preferido a cualquier operación matemática. No podemos evitar preguntarnos por la pedagogía, si hubiera sido más amena, si nuestros profesores hubieran tenido un libro a mano como el del título. No nos habríamos librado de la memorización, de la lectura reiterativa del vocabulario, pero la curiosidad nos hubiera motivado a querer la lengua un poco más. Y es que el latín se ama o no gusta, por decirlo con suavidad, no tiene término medio.

El Profesor D. Emilio del Río eligió la rama de ciencias, pero en cuanto repitió el nominativo, vocativo y acusativo de rosa rosae cayó rendido a la cadencia de la declinación, a la conjugación de los verbos, a la deliciosa traducción de los deponentes, concluyendo en un cambio de rama del que salió ganando. Las ondas de la madrugada del pasado miércoles nos regalaron la pasión de un amante del latín y la emoción al impartir en sus clases y divulgar fuera de ellas que no hay nada más moderno que la cultura clásica, conclusión admitida y transmitida hace mucho por algunos latinistas isleños. Que los hay. Y muy cerca.

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