Es lo que motiva tanta rapidez, ese afán de llegar primero a todo. Si nos daba fatiga ver los abrigos en los escaparates cuando aún llevábamos el bañador puesto, no lo es menos contemplar las calabazas de plástico en los bazares. Los fondos arrugados a modo de terreno, se motean de naranja y las telas de araña colgantes abanican en oscuro y suave, como el sudario roto de un fantasma. Si damos un paseo, comprobaremos lo extraño que resulta participar de este espectáculo sin el olor otoñal de las castañas. También nos chocaba comprarlas con calor, pero este año la fiesta de los cadáveres se les ha adelantado.
Qué raro, festejar huesos, churretes de sangre en miembros desgarrados, harapos, tumbas, medias, calcetines y zapatos rotos. Nuestros abuelos, participaron de este espectáculo en las series americanas, con niños en pandilla llamando a las puertas de esas casas individuales, escamondadas, donde vivían familias perfectas. Pero a nosotros, niños entonces, lo que nos chocaba era aquello de pedir caramelos, mucho más que los disfraces. Ellos, los abuelos, iban más allá de la extrañeza al concluir, entre el escándalo disimulado y la sorpresa, que eso se hacía para quitarle hierro a un asunto tan triste. En el colegio, donde todo se hablaba, los chicos de entonces oímos más de un comentario de muertes y muertos, sobre todo el referente al bofetón recibido por alguno de nosotros al pedir los dulces como en la tele si hubo óbito familiar, una reacción tan espontánea como infantil, que nos hacía reír encubriendo la propia perplejidad, más que nada porque ignorábamos el origen de la costumbre, al igual que nuestros mayores. Actualmente pasan los veinticinco años de esta tradición adoptada, que brilla con el color la fantasía tostada y que desde 2016 está escrito que por su origen celta, la celebrábamos aquí mucho antes que en Estados Unidos. Esto último da la impresión de que la rapidez referida en el inicio quiere buscar el equilibrio enraizando en la antigüedad.
Cierto es que los tiempos cambian y la tradición permanece. Un año más, el Halloween, provocador de esta empachera con humor sentido, será criticado, pero nos entusiasma comprobar el aumento progresivo del público, el empujón que recibe la hostelería mientras llega la Navidad, el disfrute de la gente de una costumbre que, sobre todo, distrae, aunque la aceptemos por los beneficios circunstanciales. En cualquier caso, se trata de cuentos, oralidad, curiosidad, juegos. Los sesenteros la conocimos con nuestras primeras clases de inglés.