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A Pablo Iglesias le incomoda Franco; a Teresa Rodríguez, no

A Pablo Iglesias le incomoda la exhumación de Franco, mientras que Teresa Rodríguez ve franquismo en casi todo

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  • Pablo Iglesias, emocionado, junto a Teresa Rodríguez -

A Pablo Iglesias le incomoda la exhumación de Franco. Mucho. Le incomoda tanto como si liderara Vox o fuera integrante de la sección ultra del PP. Por otros motivos, claro, pero el 24 de octubre se le ha atragantado. Teme que Pedro Sánchez le saque rendimiento electoral en exclusiva. Se le nota incómodo y hasta reconoció, un poco malhumorado y resignado, que hablaría de todo esto ayer, en el acto celebrado en el Club Nazaret, en Jerez, porque su periodista (bueno) le aconsejó que dedicara unos minutos al Valle de los Caídos para que los periodistas (de aviesas intenciones) sacáramos algo. Si somos (y se me permite el juego de palabras) francos, no andaba desencaminado el periodista (bueno). Pablo Iglesias habló del asunto pero lo hizo sin mucho mordiente. Como si diera por perdida la batalla del relato. Básicamente dijo que Pedro Sánchez ha marrado porque el traslado de los restos mortales del dictador se convirtió en funeral de Estado. “La prensa derechas se está descojonando”, lamentó. Y por ahí siguió. Consideró indigno que Tejero se saltara el cordón de seguridad, que miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad se cuadraran al paso de la comitiva y que el féretro fuese portado a hombros y cubierto con un pendón con el escudo de armas otorgado por el Rey Juan Carlos. En este punto, dos asistentes soltaron un par de vivas la república, ondeó, sin mucho vigor, una solitaria bandera tricolor, discreta, en un rincón del Salón de los Espejos, y resonó la tercera mayor ovación de la mañana. La primera se la ganó una trabajadora del colectivo Las Agustinas de Dulcinea Nutrición, que están actualmente en huelga por el impago de las nóminas por parte de la empresa del servicio de comedores en cuarteles del Ministerio de Defensa. Lección que dio la señora: preocupa más el empleo que la Dictadura, se valora más que Teresa Rodríguez donara sus dietas a las afectadas por este conflicto laboral que se hable del comisario Villarejo.

Luego Pablo Iglesias se desinfló al hilar de manera regular la manoseada argumentación de que el franquismo sigue presente en las instituciones y el poder económico le da cobertura. Recuperó, sin mucha convicción, aquello de las Brigadas Patrióticas y las cloacas del Estado para liquidar a Unidas Podemos y acabó asegurando que España sufre una democracia limitada. Las dos amenazas que se ciernen sobre el país, según apuntó, son que Pedro Sánchez gane las próximas elecciones y que acabe gobernando gracias al apoyo de Pablo Casado y el Ibex-35. Esta alianza, auguró, traerá nuevos recortes en los derechos “de los de abajo” en la crisis que viene.

Teresa Rodríguez no comparte (tampoco) con Pablo Iglesias la incomodidad por Franco. De hecho, ve franquismo en casi todo. Los presupuestos de la Junta pactados por PP, Ciudadanos y Vox para 2020 son franquistas; le resulta franquista que la caza y los toros estén presentes en las escuelas; y hasta usó en la misma frase franquismo, corbatas y domingos de ramos para defender a los inmigrantes ilegales. Teresa Rodríguez echó mano del ‘tono Greta Thunberg’ para advertirnos de que los fondos buitre van a desmantelar Andalucía, se están apropiando de nuestras tierras y de nuestras viviendas, y están metiendo sus manazas en sectores productivos para no producir, sino especular.

Pero quien brilló especialmente ayer fue Noelia Vera. Apenas tuvo unos minutos y no aportó nada original al argumentario de campaña con aquello de “podemos meter la pata, pero no la mano” y “estaremos en el Consejo de Ministros no porque Pedro Sánchez quiera, sino por la fuerza que nos va a dar a la gente”. Sin embargo, la intensidad de su discurso fue vibrante. Se interrumpió un par de veces emocionada y hasta lloró (¡lloró!). Habló a un ritmo endiablado pero se le entendió todo. Y apeló a la movilización y a no desanimarse en repetidas ocasiones. Será por eso que, una vez que Pedro Sánchez se ha anotado el tanto con Franco, ella apunta, incansable, para levantar la moral de los suyos, a Queipo de Llano: “Al compadre también se le va a echar de la Macarena”, advirtió entre aplausos y vítores.

El fantasma de Kichi

Sobre la cabeza de Pablo Iglesias revolotearon ayer los fantasmas de Franco y Pedro Sánchez. Pero también se sintió la presencia del espectro del alcalde de Cádiz, José María González. La nueva ausencia de Kichi estuvo justificada por la celebración del Pleno municipal y una reunión con la presidenta de Diputación sobre Valcárcel. Pero es inevitable que se especule sobre la ya habitual imposibilidad de cuadrar agendas. Lo de Pablo Iglesias y Kichi me recuerda a mi fracaso con aquella chica, la más popular del instituto, que nunca respondió al teléfono cuando trataba de invitarla al cine. Siempre que la llamaba, la excusaba la madre, estaba lavándose el pelo. Un representante del sector del taxi le agradeció en su intervención en el acto que ponga impedimentos a Uber y Cabify en la ciudad de Cádiz. Nadie más mentó su nombre, pero llevábamos echándole de menos desde antes de empezar el acto.

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