La semana que comienza deja atrás unos días con la actualidad enlazada al siguiente. Una semana embarullada y tanta confusión ha propiciado el nacimiento de un palabro. Las razones son tantas y dispares como cuantos estábamos con el oído pegado al receptor, sin embargo no puede obviarse la tendencia a inventar verbos de unos años para acá. Es lo más cercano al antiguo reclamo sin ave por medio, un recurso que anda pateando el lenguaje hace años. Las heridas ya no se pueden contar. Si hubo manos a la cabeza y puños cerrados cuando cubata apareció en el diccionario, ahora no importa la entrada porque la voz está en la calle, saltando de boca en boca o a fogonazos en las pantallas. En realidad es una prueba de lo poco que interesa el idioma. Triste. Por eso, hace tres o cuatro noches, durante la tertulia radiofónica y desenfadada que un grupo de periodistas subtitula “a las tantas”, se dio un giro a esta la tristeza. Quisieron retorcerla para hacer sonreír al oyente con la garganta ligeramente apretada.
Aún raspa los oídos hasta la sangre cuando el palabro escapó de la boca del ministro de Fomento en funciones, enganchándose a las ondas para dar un aldabonazo en plena noche, espabilando a cuantos se les empezaban a caer los párpados. “Hay que empezar a normalizar… El gobierno de la nación puede empezar a interlocutar con cualquier otro gobierno…”. Al periodista le costó trabajo pronunciarlo, viéndose obligado a aminorar la marcha, la agilidad, el aire de la noticia, a fin de evitar un tropiezo verbal, una pausa mínima que en radio resulta tan larga y oscura como un túnel. Los otros corearon, repitieron como un eco para el oyente, sin saber el significado de la voz porque no lo tiene. Interlocutar, qué es eso. Dentro del contexto nos puede dar un fogonazo pero también nos puede engañar. La primera idea es relativa a la infancia, cuando aprendimos aquello de las palabras primitivas y derivadas. Atreviéndonos un poco más, la incluiríamos en un catálogo, pero en cuál. Es tarea para mi vecino de página, experto en encontrar el origen, la relación que pudiera tener con interlocutor, aplicando la lógica del significado más próximo, más conocido, alejándose un poco del primer término de la sugerencia del ministro.
Al margen del discurso, dejándolo como una anécdota, sin entrar en otros argumentos, resulta penoso ser testigo del martirio del español, una de las lenguas más ricas del mundo. Cómo se puede remediar esta barbarie.