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Hablillas

Los patinetes

Se hace necesario, por tanto, un código para regular su circulación, un espacio propio o compartido con el carril bici...

Publicado: 23/12/2019 ·
00:48
· Actualizado: 23/12/2019 · 00:48
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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El proyecto para su regulación está en estudio o eso dicen. Pero mientras el código se redacta y publica, tenemos que caminar con ellos, mientras nos sortean como si fuéramos los pivotes brillantes y sonoros de una máquina de bolas, ahora alumbrando los rincones en salones de juego y que tanto alegraron esos minutos anteriores a las clases de la tarde, a saber, cuando había jornada escolar partida.

 Los patinetes vuelven a ocupar la vía pública. Ya lo hicieron hace más de tres lustros, con el añadido entonces de un pequeño motor para sustituir el impulso del pie. Ahora son más sofisticados, se pliegan para ir con el dueño en el transporte público y como no contaminan, se multiplican. Está bien y como en todo lo novedoso, pues se cometen imprudencias por la falta de costumbre. La primera es la velocidad. No siempre es la apropiada y da bastantes sustos. Otra es su presencia, inesperada y silente. Por último -y para no cansar- citaremos el escaso margen de enmienda del patinador ante una caída por  un tropezón, un bache, los raíles, al esquivar la carrera de un niño o la brazada de un adulto.

Se hace necesario, por tanto, un código para regular su circulación, un espacio propio o compartido con el carril bici, limitar su rodaje durante una horas por las calles peatonales y un código deontológico para el caminante. Esta última propuesta se criticará. Ojalá, sería señal de que estas líneas reciben una dádiva de tres minutos y se agradecería en el casillero del blog. Pero mientras llega la aprobación y posterior publicación, nos vemos obligados a echar mano de la tolerancia por ambas partes, acostumbrándonos de forma recíproca, aminorando la velocidad los unos; los otros, mirando antes de girar, cruzar o salir de un comercio.

Es difícil, tanto como caminar por aceras imaginadas. Si somos honestos, no miramos por donde andamos. Olvidamos a menudo que en nuestra ciudad la peatonalización de la calle Real no es total sino parcial y esto nos ha sobresaltado en muchas ocasiones. Hace semanas que el tranvía se desliza por las horas punta. Un golpe virtual de campanilla, toca a repliego. El patinete no suele utilizar señal sonora, por eso debe ir despacio, para aliviar la sorpresa al pedir paso. Para hacernos a ellos, podrían abrir o marchar entre las cabalgatas de estos días, compartir la tarde con los primitivos, los patines de botas con las ruedas en línea. Dicho queda. El recuerdo alza el vuelo. Quién iba a suponer que los patinetes crecerían con nosotros.

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