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El jardín de Bomarzo

Tambores lejanos

Resuelta la investidura, Pedro Sánchez anda ahora en la confección de su gobierno y en el control del mismo con una estructura amplia

Publicado: 17/01/2020 ·
12:54
· Actualizado: 25/01/2020 · 09:10
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Bomarzo

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El Partido Socialista fue fundando en 1879 por Pablo Iglesias. Estos más de cien años de existencia le otorgan una serie de cualidades que otras formaciones políticas sencillamente no tienen, es obvio que el paso del tiempo para casi todo en la vida supone un valor añadido -o una rémora, depende-; siempre la belleza de la juventud contrasta con el sabio pliegue en la piel que deja el paso de los años. Ha vivido por tanto tantos procesos internos, se ha rehecho de sí mismo tantas veces que, sin estar escrito en ninguno de sus estatutos, conoce a la perfección cuando va llegando el proceso interno orgánico y, hasta en esto, es disciplinado: se mata con orden, evitando amontonarse. Los libros de historia analizarán esta época desde la óptica de un PSOE fundamental en la historia de España, único en la transición democrática, especial en sus batallas internas. Y estos días es como quien escucha a lo lejos el sonido tenue de tambores que proceden del otro lado de la colina y que anuncian que la tropa anda organizándose, en silencio, sabiendo que en breve habrá toque de corneta y salvo que los generales pacten una tregua improbable, habrá que elegir bando para batallar por un poder orgánico y piramidal que luego caerá en cascada. Una vez más.

Resuelta la investidura, Pedro Sánchez anda ahora en la confección de su gobierno y en el control del mismo con una estructura amplia, cuatro vicepresidencias y otorgándole el control máximo a un Iván Redondo que pasa a secretario de Estado y a controlar, entre otras muchas cosas, comunicación; tendrá en sus manos más poder que ningún vicepresidente. Es la manera con la que Sánchez dispone para que su principal estratega personal y político controle este gobierno tan, en principio, complicado de manejar. Es común la idea de que una vez traspasado este puente y antes de que la deriva gubernamental le complique la vida en el plano orgánico, convoque congreso federal para esta misma primavera, no más allá de junio y así ate cuanto antes a sus manos las riendas del partido: siendo presidente del gobierno no encontrará voces discordantes pese a que muchos no estén felices de este acuerdo con Unidas P, mucho menos con el separatismo catalán y vasco. Pero esa es otra historia.

Siendo así, lo normal es que pasado el verano, para septiembre quizás, se empiecen a producir los congresos autonómicos e interesante por conflictivo será lo que suceda en Andalucía porque para todos es evidente la división interna que existe. La ex presidente de la Junta Susana Díaz, pese a lo que en otra época vertió por su boca sobre Pedro Sánchez, se ha entregado al sanchismo plenamente de manera y modo que hoy acumula más decibelios para la causa que Pedro y su mujer juntos -y eso es mucho-, de hecho hasta acudió al congreso en la investidura del presidente. Sabe que el timón de la única tabla que la puede salvar lo maneja Sánchez, a quien la deriva negativa de Andalucía y la división actual le vienen de cine en la federación más grande del país y que, por tanto, la que más aporta. La duda es si Pedro apoyará la reelección como secretaria general de Susana, tal y como ella y su entorno repiten con todos los que hablan para trasladar que cuenta con el respaldo absoluto del presidente, o, en cambio, optará por señalar a alguien para que se enfrente en este congreso y renueve la imagen de un partido un tanto a la deriva, perdido en la oposición, que ha cedido la Junta tras casi cuarenta años y que sufre del desgaste de un proceso tan cruento como los EREs; en cada rincón de cada pueblo suena el eco de la necesidad de un cambio. De momento es un susurro, alguno se atreve a decirlo públicamente como esta misma semana el alcalde de Torremolinos, Pepe Ortiz, pero lo cierto es que casi todos lo piensan aunque no se atrevan a decirlo más allá que en círculos privados.

La cuestión paralela sería, ¿qué rostro se le pone al cambio? Descartada María Jesús Montero por dos razones como son el peso que Pedro Sánchez le ha dado en su gobierno y, la más importante, que no quiere -normal, es ministra, portavoz e importante allí-, las opciones se reducen o a un mirlo blanco tipo Felipe Sicilia, de Jaén, cercano a Sánchez pero que no cuenta con ningún respaldo en Andalucía -ni tan siquiera el de Paco Reyes, secretario general y presidente de Diputación-, o Juan Espadas, alcalde de Sevilla, con trayectoria, que ya ha anunciado que no repetirá en el cabildo hispalense y que, quede claro, quiere. En un desayuno este jueves en Madrid dijo aquello tan manido de que "estaré donde los militantes decidan", que es como anunciar su predisposición, de hecho es probable que en breve empiece a visitar provincias "invitado"; se maneja además bien con Madrid y con Jaén. Su relación con Díaz ha ido por etapas, a veces más cercana, a veces lo contrario porque a la ex presidente le gusta rodearse de personas que no la contradigan, que no escatimen esfuerzos en el aplauso y, cuando esto no sucede, les aparta: la lista es larga y, de entre todos, Mario Jiménez. El moguereño anda tocando el tambor, se ha decidido por Espadas y se pasa el día hablando con unos y con otros para ir sumando, sabe que en Andalucía hay hoy bastante gente en la idea de un cambio de referente. Como él, solo que lo suyo contra Susana además es personal.

Andalucía es muy grande y el PSOE controla seis diputaciones: Huelva, Sevilla, Cádiz, Córdoba, Granada y Jaén, mientras que Almería y Málaga están en manos del PP. Perdida la Junta, este es el poder donde sujetarse para hacer oposición a un Moreno Bonilla que sube en las encuestas y que lo seguirá haciendo bajo el foco de la presidencia de la Junta y, sobre todo, ante el hecho de que su perfil bajo, sin hacer ruido, sin molestar, puede serle electoralmente muy rentable. Esto preocupa al socialismo andaluz. El jueves los seis presidentes de diputaciones andaluzas del PSOE se reunieron en Jaén para hablar de sus cosas y lo hicieron sabiendo, claro está, donde más o menos cada uno está. ¿Y dónde están?

Se mastica el ambiente pre bélico. Fernando Villalobos -Sevilla- está con Susana Díaz, de hecho ella le llama cariñosamente su "tito". Es al que dio prioridad de salvar cuando Ferraz quiso cambiar a los presidentes de Sevilla, Cádiz y Córdoba. Irene García -Cádiz- está, básicamente, con Irene García, mantiene casi nulo contacto con Díaz y su sintonía con Marlaska y los acuerdos en Diputación le acercan cada días más a Pedro Sánchez. Paco Reyes -Jaén- está con Sánchez y muchos opinan que la pelea empezará cuando Paco le de al botón, de hecho el aparentemente bonachón de Reyes juega en otra división. Para él no quiere nada y opina que será quien Ferraz disponga, aunque Jaén en el PSOE andaluz siempre fue la provincia de referencia. Ignacio Caraballo -Huelva- está con Sánchez y contra Susana, su cuñado es Mario Jiménez y no olvida los amagos que el susanismo ha hecho para arrebatarle el poder allí. Antonio Ruiz -Córdoba- es fiel a Susana Díaz, de hecho ella le salvó y le debe la presidencia y José Entrena -Granada- también parte del susanismo, distinto es hasta qué punto estaría dispuesto a poner el pecho por ella llegada la contienda. En cada provincia, obviamente, hay sectores y, en general, unos y otros miran hacia Madrid esperando lo que Ferraz dictamine porque, siendo sinceros, ni Susana se fía de la palabra que supuestamente le dio Sánchez para que ella continúe al frente, ni el sanchismo andaluz se fía de que Sánchez de el visto bueno al cambio y señale a Espadas -todas las miradas ya se centran en él como única alternativa posible-. O a otro. Aquí nadie se fía. Hasta Sánchez cuando hace running por los jardines de Moncloa sospecha de esa sombra insistente que le persigue.

Lo único que hoy es claro es el sonido del tambor. Un tambor de momento lejano. Pero en este PSOE único de más de un siglo todos saben lo que eso anuncia.

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