Es verdad, el titular se repite todos los años, porque el final de mayo está ligado a ella. Este viernes próximo se inauguraría la de Madrid y en medio de ésta, la nuestra, para acabar juntas en la noche del domingo más próximo al término de la primera quincena de junio. Este año, si la disfrutamos, será por el descuento del diez por ciento en los ejemplares -muy de agradecer- y alguna reseña tan nostálgica como estos renglones. Los proyectos que empezaron a tomar forma para presentarlos en el transcurso de la feria deberán esperar a la próxima. Por el momento nos reconforta el recuerdo, el correteo de la memoria por el paseo de carruajes del Retiro madrileño, entre el calor y el color de las casetas con olor a imprenta. También nos devuelve nuestra alameda Moreno de Guerra, dividida en calles con nombres de escritores isleños, las presentaciones de libros en el patio de cristales del ayuntamiento y la firma de ejemplares en la caseta de la Fundación Municipal de Cultura, con la banda de Infantería de Marina alegrando la tarde y los juegos infantiles. En los casi treinta años transcurridos desde entonces, nuestra feria ha ido menguando y cambiado su ubicación, pero ahí sigue a pesar de los temporales, capoteados con valentía y voluntad a partes iguales. Este año echamos mano del recuerdo, conformando una postal teselada con las imágenes que la memoria selecciona, aquellos programas de radio, las tertulias literarias y las tardes compartidas con el grupo de la Escuela de Escritores de la UCA, la primera en la propia alameda y la siguiente, unos años después, en el Colegio Instituto San José, donde la mayoría nos referimos al Quijote.
Desde la primera edición de esta novela inmortal, en mil seiscientos cinco, hasta ahora, una de las más curiosas ha sido la publicada en folletín, empezándose en mil novecientos diez. El texto dividido en columnas nos devuelve al periódico, a la certeza de que lo antiguo se guarda, a redescubrir al Caballero de la Triste Figura mientras nos preguntamos para quién lo escribiría Cervantes. Han tenido que pasar cuatro siglos para encontrar la respuesta en un verso de Vicente Aleixandre: para ti y para todo lo que en ti vive.
La hablilla de hoy ha querido evocar al entrañable Alonso Quijano, inseparable de la Feria del Libro, y a ese lector que con paciencia fue guardando los capítulos del periódico que publicaba sus andanzas hasta reunir el volumen, encuadernarlo y volver a él viendo cómo amarillecían las páginas.
Ánimo y a por la siguiente fase.
