Somos tiempo y espacio. Hoy en día la inmediatez es la doctrina de la modernidad, queremos las cosas ya, sin demora ni espera. Sin cultivar algo tan importante para comprender el mundo y a los demás, como es la paciencia. Entre luces rojas y verdes jugamos o trabajamos, nos agotamos o descansamos,
Cualquier detalle sin importancia o insignificante puede cambiar nuestras vidas y que nos resulten extrañas las acciones más cotidianas. Por eso no podemos permanecer quietos y “a verlas venir”, debemos vencer cualquier tentación de pereza, tomar la iniciativa y ponernos manos a la obra.
Casi todo es cuestión de tiempo, incluso la verdad más importante de la vida, como es la muerte, a veces está perdida en nuestros olvidos y desmemorias y nos creemos eternos, sin reparar que estamos de paso, y que lo más importante es que no creamos de antemano que haya cosas que son imposibles.
Cuando tenemos nuestros planes y nuestras hojas de ruta, los cambios y el sacarnos de las rutinas pueden alterar nuestro humor, pero hemos de utilizar nuestro tiempo con sentido de la aventura y espíritu de explorador. Nos ayudará más a fabricar opiniones novedosas y tomar decisiones adecuadas.
Si sabemos aguardar encontraremos tiempos para dar y recibir, para apariciones y desapariciones, llenos y vacíos, tapados y al descubierto, cercanos y lejanos, desafíos y retos, estando seguros que hoy ha sido diferente al ayer y que mañana no será igual que hoy.
Necesitamos movernos, saber bajar las barreras y acertar. Sin compromisos y obligaciones, aprendemos a protegernos, sostener lo que tenemos, contener la fuerza de lo que no tenemos y tranquilizar a los demás con nuestra colaboración.
Entre sosegados y positivos, esplendores y apogeos, decadencias y retrocesos, insultadores y ofendidos, asistimos a jornadas de descubrimientos que no eran para echarlas en saco roto y sí para estar dispuestos a cambiar y actuar positivamente.
A veces extraviamos algo que no encontramos y nos ponemos nerviosos ante una mala jugada de nuestra mente, y nos situamos dispuestos a salir de nuestros círculos habituales. Buscamos lugares y personajes con alma, que nos hagan sentirnos libre de presiones y a gusto con nosotros mismos, aunque abandonando las ideas limitantes y dando riendas sueltas a nuestros ingenios y creatividades.
Desde la popularidad y el anonimato, cumpliendo y engañando, todo tiene sus consecuencias y cuanta más tranquilidad tengamos, más fácil nos resultará conseguir nuestros objetivos. Hemos de aprender a manejar nuestros tiempos y es deseable sacar lo mejor de nosotros sin estresarnos.
Cuando poseemos una gran intuición para escribir. Damos voz y caracterizamos a los personajes de forma singular. Intentamos emplear con habilidad el humor absurdo más que la lógica aplastante. Perdemos el miedo y nos atrevemos a hablar sin temor a meter la pata.
Somos vendedor de sueños y compradores de realidades, en medio de crecimientos y disminuciones, temporales y calmas, prosperidades y retrocesos, lo importante es que nuestras intervenciones suenen a naturales., no neguemos la evidencia y llamemos a las cosas por su nombre.
Sin pasos en falso, pero aprendiendo de nuestros errores. Y nos vamos aclarando en medio de tanto barullo y confusión, poniendo luces en las oscuridades.