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Desde la Bahía

Sin vuelta a los pícaros

Como es lógico, está en el ánimo de todos la necesidad imperiosa de sacar de tan tremenda miseria a una buena parte de la sociedad.

Publicado: 08/06/2020 ·
01:06
· Actualizado: 08/06/2020 · 01:06
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Eran dos al principio y se cree vivían en un paraíso. Tenían cubiertas todas sus necesidades vitales. Fue verdaderamente sabia la frase con que fueron despedidos: Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Todos sin excepción debemos aplicárnosla. Se dice que no es más pobre el que menos tiene, sino el que más ambiciona. Lo cierto es que el mundo construido por los seres humanos, en su evolución, dio lugar a la mayor injusticia, origen de servidumbre y tiranía, al dividir a sus habitantes en pobres - la mayoría - y ricos -minoría -.

Entre ambos extremos la gran “masa laboral”, creyente en la dignidad del trabajo asalariado, preciso para cubrir sus necesidades básicas y las que impone la sociedad, con sus comodidades, deseos y ocios, lo que hace a los individuos esforzarse en conseguir empleos de calidad, especialización y mayor remuneración. La sociedad se hace capitalista. En el siglo XIX los cientistas sociales indican que este tipo de sociedad enriquece a una parte de la misma, pero empobrecen a la mayoría. Siete décadas de ideas, marxistas/comunistas en la que el Estado acapara todos los medios de producción, acabó en una amplia crisis y desastre económico.

La vuelta a la privatización y sus avances productivos no mejoran el paro, el subempleo o empleo precario, la desigualdad y el aumento progresivo de la pobreza. Frente a esto una propuesta aparece como solución ideal ante tanta desigualdad: El Ingreso Ciudadano o Renta Básica. Se basa en conseguir mediante recaudación tributaria, que los que más tienen abonen impuestos más altos, que serán utilizados para elevar el nivel económico de todos los ciudadanos, empezando por los más débiles,. Acabaría con la pobreza extrema por la importancia de su cuantía y no excluiría actividades remuneradas, pudiendo cada ciudadano decidir a qué dedicarse o si quiere tener más ingresos, tal como lo propusieron unos economistas belgas.

Pero hay unas premisas negativas: Es una Renta Básica a la que tienen que tener acceso todos los ciudadanos de un país, por el mero hecho de serlo, aunque se empiece por los más pobres. Ello hace que ningún político o partido pueda utilizarla con fines electorales . Se le tendría que dar incluso al que no quiere trabajar de forma remunerada, sea cual sea su capacidad económica. El trabajo asalariado comenzaría a relativizarse. Ahora ya no sería “digno” sino al contrario, el derecho a un ingreso suficiente y estable no tendría que depender de la ocupación permanente y fija de un empleo, que le impide autorrealizarse.

El Gobierno pasa a tener la obligación cada mes de abonar la cuantía establecida. Hay dos hechos fundamentales, serios y responsables, únicos capaces de poner freno a estas afirmaciones que en principio parecen la “panacea de la vida”. Uno: Las personas, empresas o inversores hartos del alza progresiva de impuestos, al ser inútil rebelarse ante ello porque un decreto/ley de un Congreso con mayoría parlamentaria modificaría la Ley del Impuesto sobre la renta, sólo encontrarían el camino de la huida hacia otros lugares. Otro: Se intenta derribar el estímulo para el trabajo. “La vagancia al poder” sería la frase, que aunque parezca jocosa, podría alcanzar una realidad destructiva ante tan preclara medida para acabar con la pobreza extrema.

El Covid19 no puede olvidarse. Aún en plena pandemia, se habla de cerca de cuarenta mil muertos. Ha conseguido hundir nuestra economía y son muchas las familias que están en la ultrapobreza. El Gobierno pone en marcha el Ingreso Mínimo Vital, bien conocido en otras naciones y del que ya hay en alguna comunidad autónoma decisiones semejantes. Como es lógico, está en el ánimo de todos la necesidad imperiosa de sacar de tan tremenda miseria a una buena parte de la sociedad.

Nunca podrá ser esta decisión arma arrojadiza para el combate en el campo electoral. Y los que más tienen y más impuesto van a pagar, si lo hacen solidariamente, quizás habría que unir las palmas de las manos para producir sonido. Pero hay que tener en cuenta que antes de cualquier medida que suponga un importante gasto, debemos tener presente si existe la posibilidad de cubrirlo sin tener que ocasionar una egida o un suicidio económico de una parte de los ciudadanos y no consentir que se suba a un pedestal la “pillería” en esta tierra del Lazarillo de Tormes.

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