No esperemos que nadie nos regale nada, incluso cuando nos llega algún un obsequio inesperado de alguien que nos quiere, lo hace por el increíble placer de vernos y sentirnos felices, lo que no deja de ser su recompensa. De todas formas, la mayoría de las cosas que logramos o conseguimos en nuestras vidas es gracias a nuestro trabajo y esfuerzo.
Hemos de ser precisos y oportunos y no dejar a nadie esperando por nosotros, no tomar en cuenta lo que nos digan si es desagradable porque puede corresponder a un momento de enfado de los otros, y no debemos cometer la injusticia de enjuiciar a los demás por un microcosmos, en lugar de observar su comportamiento diario y de forma continuada.
Las cosas han cambiado una barbaridad, y lo que antes nos parecía un gran logro y lo mejor del mundo, hoy no le damos importancia porque el hecho lo podemos compartir en el instante a través de las redes. Nuestra capacidad de convencer puede ser puesta a prueba por alguien que es posible que no esté de acuerdo con nosotros en muchas cosas, y que puede rebatir nuestras ideas y creencias.
Cada objetivo nos cuesta lo suyo, y aunque oigamos muchos ruidos y veamos muchas luces y resplandores, hemos de relativizarlo todo, y darnos cuenta que no hay dramatismo que nos asuste, que realmente no pasa nada, que por encima de miedos y amenazas podemos conseguir nuestros objetivos.
Hay avisos que no nos regalan nada, vergüenzas que no nos dan miedo y chantajes que no nos asustan, coherencias que nos dan solidez e incongruencias que nos tambalean. Es deseable poner atención y enterarnos bien antes de tomar una decisión, lo que debemos huir es deque nos sitúen en medio del conflicto.
Nadie nos regala nada, aunque lo parezca, entre el comienzo de la función y el fin de la fiesta pueden ocurrirnos muchas cosas, entre muy pocas normas pero que puedan entenderse,y no con muchas reglas que nadie es capaz de comprender ni cumplir.
Visualicemos algo nuevo y atractivo o un objeto mil veces percibido y unas actuaciones llenas de rutinas. Saltaremos de alegría, al comprobar que la meta que nos habíamos propuesto, dentro de ser algo muy íntimo y personal, estábamos a punto de conseguirla.
Entre nuestras aperturas y cierres, comprobamos que no nos regalan nada, que tal vez nuestro deleite sea dejarnos atrapar por un paisaje o por la naturaleza, sin pesadeces ni meticulosidades, entre encuentros y despedidas, sin dramas ni ostentaciones, viviendo la serenidad de lo cercano y la frialdad de lo lejano.
A veces no aceptamos el juego de lo inevitable, no somos capaces de decir que no a aquello con lo que no estamos de acuerdo, y quedamos envueltos entre trucos para fabricar un debate falso, con profundidades superficiales y superficies profundas, malditas preguntas y benditas respuestas, rigores banales y frivolidades rigurosas.
No recorreremos mucho camino si nos empeñamos en hacerlo por la parte más difícil y demostrando que somos nosotros quienes mandamos. Esa postura inflexible solo puede traernos disgustos, así que hemos de mirar como lo hacemos como lo cambiamos, con flexibilidad y para eso escuchar a los demás siempre nos vendrá bien.
Debemos estar a la altura de las circunstancias, nos será muy útil a la larga, aunque en el presente no lo veamos. La adulación puede tener un objetivo oculto. No nos comprometamos a nada, sin leer la letra pequeña.