“A las tres de la tarde apago el móvil y me olvido de todo esto”.
Esta Semana Santa de imágenes en los altares de sus templos y portones cerrados a cal y canto asiste a su punto de inflexión diario cuando avanza el mediodía y los boletines informativos te devuelven a la retahíla de datos de contagios y vacunaciones.
Porque hasta entonces todo parece ser como siempre fue, pero llegado un momento se echan en falta las prisas y la tensión de última hora.
La mañana es bonita, aunque la meteorología de este Lunes Santo no invitara a nada y brindara de algún modo un asidero moral a los cofrades de las seis hermandades que debían haber realizado estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral.
Porque cierto es que de no haber mediado pandemia alguna quizá hubieran debido asumir el compromiso de enfrentarse a un vendabal en plena calle.
Lo comprobaron en sus carnes los cofrades de la Hermandad de la Sed, que desde primera hora de la mañana colocaron a sus titulares en el dintel del portón de salida para que el pueblo en general pudiera verlos desde la calle sin necesidad de adentrarse en un templo cuyas reducidas dimensiones hubiera dificultado el mantenimiento de las recomendaciones sanitarias.
Ya por la tarde, tanto el Cristo de la Sed como la Virgen del Amparo ocuparon el altar mayor para presidir los cultos internos que sustituyeron a la estación de penitencia.
De modo que ese ambiente que por la mañana se había asemejado bastante al previo a una salida procesional se tornó en poco tiempo en la resignación propia de quien echa en falta sensaciones del pasado que se antojan imposibles de reemplazar.
En la parroquia de Fátima se hizo presente una representación del cuerpo de bomberos para realizar una ofrenda floral al Señor de la Paz y la Virgen del Refugio, en un mediodía que alimentaba ilusiones condenadas a no pasar de ahí.
Por la tarde hubo saetas, música sacra y una misa reservada a los hermanos, pero resultaba imposible sustraerse a imaginar dónde deberían estar a esa misma hora los nazarenos de antifaces de terciopelo carmesí si todo volviera a su ser.
De ahí que se apaguen los teléfonos móviles a las tres de la tarde y se evite que las redes sociales remuevan recuerdos que uno prefiere quizá mantener adormecidos.
Es cierto que a veces la memoria compartida ayuda a superar los trances más adversos.
A diferencia de lo que ocurriera el año pasado, esta es una Semana Santa de reencuentros donde los cofrades pueden desempolvar recuerdos en la puerta de los templos y felicitarse así por los logros conseguidos a lo largo del tiempo, casi siempre a costa de un esfuerzo colectivo.
Por eso la contemplación del apostolado de la Hermandad de la Cena a ras de suelo, dispuesto a todo lo ancho de la iglesia de San Marcos, permite celebrar la progresión constante de una cofradía que sin serlo parece centenaria.
Ayer no era el mejor día para disfrutar de esa estampa dado que los actos internos programados para los propios hermanos limitaban la asistencia de personas ajenas a la cofradía.
Con acierto, la hermandad mantendrá este montaje extraordinario durante toda la Semana Santa precisamente para favorecer la visita a fieles, devotos y curiosos.
La Hermandad de la Candelaria también dispuso una recreación de su paso de misterio sobre la solería de la parroquia de Santa Ana, con el Señor de las Misericordias y la Santa Mujer Verónica acompañados del resto de imágenes secundarias que recrean la Vía Dolorosa.
Integrada en la trasera de ese pasaje evangélico fue dispuesta la Virgen de la Candelaria, mostrando todo el conjunto una estampa difícilmente repetible.
La Hermandad de la Viga celebró su función principal de instituto como alternativa a la salida procesional. La amplitud de la Catedral facilitó la contemplación tanto del crucificado como de la Virgen del Socorro en otro Lunes Santo de Reducto huérfano de bengalas.
La jornada se completó con unos rezos aderezados con las interpretaciones de la capilla musical Kyrie Eleison.
Por último, Nuestra Señora del Amor y Sacrificio estuvo expuesta en ceremonia de veneración en horario de mañana y tarde.
La hermandad no pudo celebrar este año su acostumbrada función de instituto para evitar sobrepasar el aforo de la parroquia de Madre de Dios.
Jerez vive una Semana Santa distinta a la de 2020, en la que hasta un momento determinado del día todo parece ser como era, pero que asiste a ese punto de inflexión de la primera hora de la tarde que certifica que seguimos sumergidos en una pesadilla de final incierto.
“A las tres apago el móvil y me olvido de esto”, me dijeron ayer en un mediodía de ilusiones que no podrían concretarse en abrazos al final de la noche.
La tarde del Lunes Santo -la Semana Santa en general-, activó de nuevo el 'modo avión' para aliviarse...