“No estoy aquí para defender los productos españoles”, declaró el ministro de Consumo Alberto Garzón durante su reciente comparecencia ante la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso de los Diputados sobre la adopción del etiquetado nutricional NutriScore. Su discurso y su falta de interés en la protección de los productos ‘Made in Spain’ dejan aún más preocupados a los sectores que exigen que Consumo dé marcha atrás y no adopte el etiquetado NutriScore. El semáforo nutricional que, en palabras del concejal del PP en el Ayuntamiento de Murcia, Felipe Coello, “discrimina el producto nacional y la dieta mediterránea'' y por eso, “está siendo rechazado por gran parte de la comunidad científica y los productores de alimentos tradicionales españoles”.
El semáforo nutricional desarrollado por Francia, no solo no defiende a los alimentos típicos españoles, sino que los perjudica. Por eso hace tanto ruido que un ministro español no crea que sea necesario defender los productos ‘Made in Spain’. Más aún teniendo en cuenta el impacto que tendrá la adopción de este modelo de etiquetado en las exportaciones de estos productos. Según explicó a principios de año Luis González, director de la empresa de ibéricos Sánchez-Romero Carvajal, “las exportaciones podrían caer un 50%” debido a la mala calificación otorgada por el NutriScore al jamón ibérico.
Algo similar ocurriría con el aceite de oliva ya que, si bien se discutió la posibilidad de otorgarle una excepción para evitar que el producto estrella de la dieta mediterránea cuente con una escandalosa calificación C, el sector cree que esto podría jugarle en contra. Ya que el aceite de oliva español seguiría llevado la etiqueta C fuera de España, lo que según los más de 60 científicos españoles que han firmado un manifiesto contra la implantación “precipitada” del NutriScore, “podría suponer un daño para la exportación” al equiparar el aceite de oliva virgen extra con, por ejemplo, el de colza. Lo que refutaría el argumento de Garzón quien insiste en que la mejor opción es adoptar y regular el NutriScore, para evitar un impacto negativo en la exportación de productos españoles. Cuando en realidad, la raíz del problema se encuentra en el modelo elegido y no en la regulación.
Quien sí ha manifestado interés en defender los productos españoles es el ministro de Agricultura, Luis Planas, quien ya ha manifestado su “preocupación” por las calificaciones que otorga el sistema y quien expresó que no aceptará “ningún etiquetado que vaya en contra de nuestros intereses”. Asimismo, durante su intervención el año pasado en el foro europeo “Agriculture & Food Summit", Planas reafirmó su compromiso con la defensa de “los productos típicos de la dieta mediterránea” y aseguró estar al tanto de que el NutriScore no cuenta con el apoyo de los países que comparten esta visión, como Italia.
El caso de Italia es para destacar. Al ver el mal funcionamiento del algoritmo del NutriScore y cómo éste perjudicaba los alimentos tradicionales de la dieta mediterránea, como el aceite de oliva, las autoridades italianas decidieron escuchar las críticas y actuar. Así surgió un nuevo modelo de etiquetado llamado NutrInform que busca informar a los consumidores para que lleven a cabo decisiones de compra saludables.
El sistema NutrInform no penaliza ningún alimento y tampoco distingue entre “buenos” y “malos”, sino que traduce visualmente la tabla nutricional e informa sobre la contribución nutricional de un alimento en función de las cantidades de ingesta diaria recomendada por la Unión Europea. Además, tiene en cuenta la porción y el requerimiento de energía. Lo que lo hace un sistema más transparente e informativo ya que no pretende esconder bajo colores, ni letras, la valiosa información que se encuentra en la tabla nutricional. Por el contrario, solo la resume de manera visual a través de un símbolo de pila o batería que se carga en función de la contribución de cada alimento.
Teniendo en cuenta que existe una nueva alternativa al NutriScore, muchos se preguntan por qué el Gobierno sigue adelante con un modelo que no es perfecto. Quizá es cierto que, tiempo atrás, cuando en 2018, España anunció por primera vez su intención de adoptar el NutriScore, no había otra alternativa mejor. Pero esta ya no es una excusa válida ya que ahora, el NutriScore tiene competencia: el NutrInform Battery.
La llegada de una alternativa tan interesante no es lo único que ha cambiado desde 2018. En ese entonces, poco se conocía sobre el impacto del semáforo nutricional. Incluso hoy en día, son escasos los estudios científicos que demuestran su efectividad. Lo que sí se ha demostrado gracias a la gran cantidad de información disponible, sustentada por expertos, es cómo el NutriScore perjudica a los alimentos saludables y mejora la reputación de productos malsanos.
También se han descubierto lagunas en este sistema que hasta han sido reconocidas por el desarrollador del etiquetado, Serge Hercberg. Lagunas que son aprovechadas por las grandes multinacionales para maquillar sus productos y presentarlos a través de campañas de marketing como más saludables para fomentar su consumo.
Como es el caso de los cereales de desayuno para niños de Nestlé, los Chocapic Bio, que consiguen una calificación B, a pesar de tener 24,9 gramos de azúcar y casi la mitad de harina refinada. No sorprende que Nestlé haya utilizado esta calificación como un argumento de campaña promocional. Después de todo, no es la primera vez que la empresa intenta mejorar la imagen de sus productos. Hace unos años, una publicidad de la multinacional suiza dio que hablar al indicar que sus papillas para bebés eran más saludables que la fruta, al tener menos azúcar. En cambio, lo que sí sorprende es la postura del Gobierno que, en lugar de aprovechar la oportunidad que representa el etiquetado nutricional como una herramienta eficaz a la hora de abordar los problemas de sobrepeso y obesidad, elija un modelo anticuado que sirve como vía de escape para los productos ultraprocesados.
Otra empresa internacional que se ha subido al carro del NutriScore ha sido McDonald 's. Semanas atrás, la compañía realizó una promoción vía redes sociales y a través de la prensa para anunciar la inclusión del etiquetado NutriScore en sus productos vendidos en Francia. “A partir de este verano, McDonald 's Francia será la primera cadena de comida rápida en mostrar la etiqueta NutriScore en sus productos”. No es casualidad que la empresa confíe en este modelo de etiquetado y que defienda su implantación, ya que sus productos salen muy bien parados. Unas patatas fritas grandes de 150g, brillan con la calificación B, mientras que las clásicas nuggets de pollo de 160g, obtienen una C.
Esto demuestra por qué las grandes compañías se apresuran a aplicar el modelo Nutri-Score. La Comisión Europea planea proponer un único etiquetado armonizado en 2022 y las empresas saben que la única alternativa es abogar por el sistema que más les convenga. Es decir, el NutriScore. Un etiquetado cuyo algoritmo puede ser manipulado. Lo que resulta perfecto para éstas ya que no deben preocuparse porque un verdadero sistema como el NutrInform, revele cuán poco saludables son sus productos. Mientras tanto, en España, todavía no hay quien defienda a los productos españoles y ponga fin a esta polémica.