La zambomba jerezana ha traspasado fronteras, ha llegado a niveles de popularidad insospechados y eso es un arma de doble filo. Las
redes sociales cumplen la función esperada, la de proveer de imágenes, vídeos y experiencias virales a los miles de millones de usuarios del mundo.
La cantidad de turistas que recibe Jerez en los días previos a la Navidad es abrumadora, y eso que no gozamos de un alumbrado como el de
Vigo o Málaga. No nos hace falta. La luz que brilla en la ciudad emana de las candelas de las plazas del centro histórico y de muchas terrazas de la hostelería que se suman a la fiesta. Mención aparte merece la fachada de la Casa Palacio María Luisa (Hotel Gran Lujo) con una decoración impresionante que firma el artista
Fernando Calderón.
Esa imagen de fiesta continua invita al de afuera a venir. Hay datos constatables del interés que causan nuestras zambombas:
hoteles al 90%, restaurantes incapaces de atender a todos los comensales, aparcamientos imposibles, funciones del Teatro Villamarta con aforo completo, fiestas de carácter privado que vende el doble de entradas permitidas…
Pero, ¿se llevan
algunas decepciones aquellos que vienen en busca de la esencia? Son muchos los que a través de redes sociales me preguntan cada semana dónde pueden ir para disfrutar de una “buena zambomba”. Desgraciadamente, no siempre tengo respuesta. Primero porque el principal objetivo que debe tener quien sale en estas fiestas es participar desde la
improvisación, esto es, la fiesta aparece cuando menos te lo esperas y sino que se lo pregunten a mi primo y letrado
Manuel Ramírez Soto ‘El Pesca’, con quien tuve la oportunidad de cantar más de veinte villancicos de cabo a rabo en la puerta del Bar Barragán, en calle Consistorio. Éramos pocos y parió la abuela. De buenas a primeras, aquello se llenó de mirones aunque pocos fueron los que nos siguieron el ritmo porque no se sabían el repertorio. Se les acoge de igual manera y se lo pasa uno de arte.
Otra de las cositas que hay que apuntar es que, con tanta gente en la calle, cada vez se organizan más reuniones a puertas cerradas. En
el Centro Cultural Flamenco Don Antonio Chacón tuve la suerte de disfrutar de la compañía de artistas como
Carmen Linares, Manuela Carpio, Juana la del Pipa… algo impagable. ¿Cómo le digo a un amigo en la distancia que contacta por privado conmigo que no se le ocurra venir porque la entrada es sólo para los invitados? La pública es el 17 de diciembre, como la de la Peña Tío José de Paula y Los Cernícalos, dicho sea de paso.
Luego, ¿cómo sé yo que una zambomba va a ser buena o mala? Para mí, la zambomba “buena” es aquella en la que hay alegría, participación, suena la zambomba, la pandereta, la botella de anís, se cantan los villancicos clásicos y en la que hay poco flamenco. No es ironía, para flamenco tengo todo el año. La de la
hermandad de la Yedra reunió esas condiciones y por eso la destaco.
No puedo vender consejos que para mí no tengo pero estoy seguro de que muchos de los que me ven por la calle cantando o bailando llegan a sorprenderse. Por norma general suelo ser algo más serio pero es que las zambombas son para eso, para cantar y participar, para que no haya pudor (siempre con respeto) y, si puede ser, que reine la armonía y que, de paso, no se pierdan las
coplas de siempre.
“¿A qué hora se pone bien la zambomba…?” No lo sé querido amigo. Siento no haber estado a la altura y pido perdón por no organizarle el viaje a los tantos que me habéis preguntado. Y no es arrogancia, Dios me libre. Es que yo salgo sin guion y me dejo llevar por la por la poesía porque, como diría Fernando Arrabal, "¿qué no es la poesía sino improvisación?”