Ocho días y ocho noches me he pasado en el
Real del González Hontoria con motivo de la Feria del Caballo. Sabe Dios que a mí me gusta todo lo que tenga que ver con el compás, la belleza y el arte, y estos tres elementos predominan en este recinto jerezano con suelo de albero que congrega a miles de personas durante los días de celebración.
Mi balance es positivo. Sí, soy optimista por naturaleza y quiero seguir siéndolo siempre. Me gusta afrontar la vida con alegría y luz aunque no deje de reconocer puntos a mejorar de una fiesta como la nuestra que se define como única y no es una expresión hecha.
Desde que se encendió el alumbrado, allá por el sábado 6 de mayo, el parque ha vuelto a palpitar como el corazón de la ciudad y el vino, el caballo y el flamenco se han unificado como estandarte cara al mundo. Yo creo que
podemos y debemos presumir de lo que tenemos porque tendemos a banalizar, por aquello de la cercanía o familiaridad, las tan dignas muestras de identidad que nos hace especialmente singulares. ¿Estar sentado en un porche de una caseta preciosamente engalanada, con un catavino en la mano mientras se canta por bulerías y se ven pasear los jinetes y amazonas es cotidiano?
Es un regalo de la vida.
Desde que dejamos atrás la pandemia, que nos privó de festejos y brindis dos años, la vida brilla más y saludar con un abrazo debe ser exageradamente valorado. Cada día y cada noche hemos estado paseando y participando en tertulias improvisadas con gente de cualquier rincón del mundo que, con motivo de nuestro trabajo, nos reconocen y aprecian. Desde nuestro canal de
7tvAndalucía, hemos emitido diariamente un programa de dos horas con entrevistas, desde las políticas (tiempo de elecciones) a las de carácter social, y por supuesto, a las culturales, gastronómicas y las dedicadas a la moda flamenca.
El viernes vimos torear a
Morante de la Puebla, manantial del arte que al cuarto de la tarde le sacó dos muletazos al natural que merecieron el alto precio de la entrada. Siempre se ha comentado que la Plaza de Toros de Jerez es de las más incómodas que existen. Corroborado queda aunque sea en el tendido bajo sombra.
Volviendo al flamenco, se está comentando mucho que la música
reggaetonera, popera o
tecno se ha comido a la flamenca, a las rumbas o sevillanas. Creo que comienzan a convivir en un
peligroso equilibrio, y digo peligroso porque lo normal es que el alto porcentaje debería la tradicional. ¿Quién acaba con las casetas discotecas? ¿Quién les dice a los jóvenes que escuchen a Luis el Zambo a las once de la noche? Y luego otra cosa y de peso, el
dinero está en las copas y el que coge la caseta lo sabe. Es difícil pero no por ello ha de dejar de supervisarse y hacerse cumplir las ordenanzas municipales que marcan las normas a seguir con la consideración de ser actualizadas por obsolescencia. La
Asociación de Casetas Tradicionales tendrá ahí mucho que ver en sumar propuestas interesantes que favorezcan el devenir del acontecimiento.
Yo he frecuentado las de las
peñas flamencas, sobre todo he estado en
La Bulería porque pertenezco a la directiva, además he saludado a los amigos de Los Cernícalos, donde presencié un baile de Angelita Gómez y Ana María López de los que no se olvidan, a los de Tío José de Paula, con esa generosidad que solo ellos saben tener y esas mujeres bailando que paran en el tiempo, y la Buena Gente, en la que se ha comido muy bien además de haber podido saludar a buenos amigos de fuera como
Farru, Israel Fernández o la propia Malú.
¿Y nuestras fiestas? Qué difícil, cada vez más, es vivir una de esas juergas espontáneas con los flamencos de Jerez. La masificación es imparable debido a lo viral que años atrás se han convertido los vídeos. Todos quieren estar y eso impide que la naturalidad fluya y que el compás de Jerez predomine, porque no todas las palmas suenan igual. Es complicado que la gracia y la participación se de en un
escenario de móviles y tiktok que más que acercarte al tálamo, te alejan.
El último sábado acostumbro a cerrar la Feria del Caballo en la caseta de La Paquera de Jerez, lugar de ensueño para la despedida. La esperanza que deposité tuvo gran resultado. Manuela la Majuma con su cesta de tabaco nos reunió en la pequeña terraza para que Diego Vargas presidiera como patriarca gitano de la elegancia jerezana.
Eugenia Martínez de Irujo, su hija Tana y Alejandra Osborne (hija de Bertín) formaron parte del coro que montamos en un rincón en el que Ana de los Reyes, Fernando Jiménez o Malena Parrilla tomaron el timón. Desde fuera, empezaron a sumarse más gente del Jerez de a pie que hicieron posible un momento único y lleno de sabor. ¡Por fin una fiesta natural, auténtica y participativa!