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Desde la Bahía

El agudo filo de la verdad

Calcémonos de una vez nuestra mente y demostremos que podemos caminar si así lo hacemos sobre el filo de la verdad por muy agudo que nos lo presenten

Publicado: 05/06/2022 ·
21:59
· Actualizado: 05/06/2022 · 21:59
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Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La verdad es un filo de navaja por donde es difícil caminar si se está descalzo de mente. Gobiernos que han presumido de progresistas y demócratas, han procurado siempre que la distribución de la riqueza nunca alcance para adquirir un calzado que permita andar con seguridad sobre la agudeza del acero descrito. Desnudos de pierna y pie, la opinión pública, fruto de un árbol sostenido por las raíces de los ideales de partido, medios de comunicación y redes sociales afines, será el único sustento permitido a los ciudadanos y la subordinación, el único abrigo para poder defenderse de las ulceraciones en la epidermis, que el oponerse al que ostenta el bastón de mando, ocasionaría.

La mentira envuelta en estos ropajes, adopta morfología pontificial.

Pero no hay otra salida visible, desde que alguien dijo que la democracia, “es el menos malo de las formas de gobierno”, lo que no le exime de ser una forma de gobernar, es decir de buscar, a veces bajo los ardides más ladinos, la mágica fórmula por la cual los individuos se crean que gozan de total libertad, mientras el “lenguaje político” transforma a ésta, en un derecho a hacer decretos/ley y sigue habiendo más hombres y mujeres dedicados a forjar cadenas que a abrir las rejas que nos permitan ser libres.

 Andalucía que siempre ha gozado más en la “mímica” qué en la expresión real, va comprendiendo que su vieja vocación de ser “cortijo” administrado por amos muy diferentes, nunca la llevarán a conseguir una libertad plena, ya que como recordaba Cicerón “la libertad no consiste en tener un buen amo, sino en no tenerlo”. Cambiar de dueño no es dejar de ser esclavo.

El caluroso mes de junio, trae un nuevo detalle de fragua, al iniciarse en él una nueva campaña electoral para elegir quién va a llevar las riendas de esta Comunidad en el próximo cuatrienio.

 Comienza el desfile de “gente pública” de lo más narcisista, saturadas de vehemencia mitinesca, donde el improperio, el insulto, la afrenta o el oprobio, serán la base del único discurso que las masas enfervorecidas desean escuchar. El programa político, el ideal de una Andalucía diferente, escrito en tríptico de colores rimbombantes, se repartirán, para ser leídos, algo que nunca ocurrirá y como siempre la inteligencia y el valor humano, se genuflexionarán ante la falsedad y la algarabía.

La bandera blanca y verde y el himno protagonizarán el epílogo de los discursos y ocuparán todo el espacio del recinto las notas y los versos de Castillo e Infante inspirados en el Santo Dios, un popular canto religioso de campesinos y jornaleros andaluces de larga tradición (se habla de su origen en época romana) y que Blas Infante tuvo contacto con él durante su internado en el Colegio de la Escuelas Pías de Jesús Nazareno, en Archidona. El Santo Dios dejó de cantarse porque la letra del himno invoca a Dios y esta palabra era tabú para los marxistas jornaleros andaluces, que quisieron llamarse obreros en detrimento de su rango de andaluces. En el himno hay también una clara influencia “Krausista”    cuando se refiere “a toda la humanidad”.

 Creo que la experiencia nos debía llevar a que los discursos electorales solamente se dieran por vía audiovisual, sin presencia personal y que dedicáramos ese tiempo a reflexionar sobre cuál es la proposición más interesante, eficaz y cierta, que pueda llevar a la Comunidad Andaluza a un camino de verdadero progreso, donde la libertad de pensamiento sea una realidad, pero no un controvertido resentimiento que nos tenga anclado en un pasado, que la reciente ley de Memoria Histórica actualiza con claro aroma de intención vengativa. Admitamos de una vez por todas que todos fuimos responsables de aquella cruenta realidad. Y seamos justos. Cuando murió Stalin, que no fue un ángel precisamente, sino un exterminador insaciable, un poeta con efigie y pedestal en su pueblo natal y rótulos y nominaciones en calles e instituciones múltiples, escribió versos como estos: José Stalin ha muerto/Padre y maestro y camarada/Quiero llorar, quiero cantar/Que el agua clara me ilumine/Que tu alma clara me ilumine/En esta noche que te vas. Y la memoria histórica cuida que ninguna erosión, pintura o piqueta pueda alterar la estructura de ese monumento. Y se han derribado otros como ha ocurrido aquí en nuestra “salada ínsula” porque denigraba e impedía el desarrollo de una verdadera democracia. No deben seguir ocurriendo hechos como este. Calcémonos de una vez nuestra mente y demostremos que podemos caminar si así lo hacemos sobre el filo de la verdad por muy agudo que nos lo presenten. 

Votar con libertad y conocimiento lo hará posible.

 

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