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Días de barrunto

Un paseo por las nubes

El molesto ruido de la ciudad se sustituye por el canto de los pájaros, una melodía que llena el ambiente de libertad

Publicado: 07/12/2022 ·
09:55
· Actualizado: 07/12/2022 · 09:55
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  • Sendero de la Torre del Tajo. -
Autor

José Manuel Infante Gómez

Columnista mitad barbateño mitad madrileño. Redactor en web deportiva trescuatrotres.com

Días de barrunto

En palabras de su autor: "Intento decir lo que pienso pensando siempre lo que digo"

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En algún momento de la vida, todo el mundo se pone como propósito hacer un poco de deporte, al menos, en modo paseo. Lo malo es que, la mayoría de las veces, esos propósitos acaban siendo descartados. Casi siempre, porque la pereza gana con facilidad cualquier batalla al ofrecer como premio un confortable sofá o un café en una terraza mirando al mar. No son las anteriores malas recompensas, pero se tratan de unos simples reintegros si se comparan con el premio gordo que espera si decidimos calzarnos las zapatillas de deporte y salir a caminar.

La ruta que más me gusta comienza atravesando un tramo de monte, donde el suelo es irregular al estar lleno de piedras, pero eso deja de importar a medida que el núcleo urbano va quedando atrás. El molesto ruido de la ciudad se sustituye por el canto de los pájaros, una melodía que llena el ambiente de libertad.

Es muy posible que, durante los primeros kilómetros, esos duendecillos perversos que habitan nuestra mente quieran tentarnos con imágenes de bebidas refrescantes para hacernos desistir de nuestro empeño. Aprovechando que estamos en el campo, mandaremos a esos seres a freír espárragos para que nos dejen en paz.

No hay que perder la concentración, ya que el siguiente tramo obliga a la maniobra más peligrosa del recorrido. La carretera que une a Barbate con Los Caños no está muy transitada, pero se debe tener un cuidado extremo al cruzarla. Una vez realizada esta maniobra, otro nuevo sendero nos introduce de lleno en el parque natural de la Breña, un lugar con imágenes muy curiosas. No siempre se puede pasar junto a un búnker de una pasada contienda militar, el popular “nido de metralletas”, como es conocido en el pueblo.

A continuación, se inicia una subida que puede llegar a parecer interminable, sobre todo en sus últimos tramos. Pero eso es lo que tiene subir al cielo. Se cruza un lugar con cierto hechizo, la cantera, ahora totalmente cubierta por enormes matorrales.

Después llega lo peor, la zona que nos hace sentir como un ciclista intentando coronar los Lagos de Covadonga. Y así, rampa tras rampa, el camino nos ofrece un respiro cuando, por fin, recupera su recorrido horizontal. Estamos ya muy cerca de la meta. Poco a poco, se va atisbando la majestuosa silueta de la reina del acantilado.

La Torre del Tajo está estratégicamente situada entre dos mares, uno de aguas plateadas y otro de pinos verdes que nos hacen imaginar como podría ser el Paraíso. En el horizonte, como testigos silentes, las costas del continente africano aportan la magia suficiente para convertir ese instante en especial.

El camino de vuelta, ya cuesta abajo, se hace bastante más llevadero. De forma inconsciente, una sonrisa se instala en nuestro rostro. Es la felicidad que da el sentirnos privilegiados después de haber podido visitar uno de los rincones más hermosos del Universo.

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