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Citas electorales a ciegas

Obligación de cumplir lo que prometen los candidatos, so pena de afrontar una condena penal, por realizar falsas promesas, reduciría el Abstencionismo.

Publicado: 07/02/2023 ·
21:56
· Actualizado: 07/02/2023 · 22:11
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Autor

Rafael Fenoy

Rafael Fenoy se define entrado en años, aunque, a pesar de ello, no deja de estar sorprendido cada día

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En este blog se pretende compartir análisis, reflexión y algo de conocimiento contigo persona lectora

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Citarse conviene cuando de encontrase se trata, ya que, si no se ha concretado la cita, es probable que el encuentro no se produzca. Cuando el estatus de las personas en parejo, las citas deben contar con las circunstancias de cada cual, para de esta forma amoldarse a ellas y convenir en el momento más adecuado para todas las personas que quedan citadas. ¿Cuántas reuniones de familia o amistad están jalonadas de ida y venidas para, al final, fijar el lugar, día y hora para el feliz acontecimiento? En ocasiones el citar viene impuesto porque al menos una de las personas que deben participar ostenta un rango social mayor que el resto y, con su agenda en la mano, fija el dónde y el cuándo deben acudir las demás. Muy elocuente se usa el verbo citar en el argot taurino, ya que el matador cita al toro y éste guiado por una fuerza interna se obliga a ir a su encuentro. Los gestos y la voz del torero son irresistibles para el astado, que arremete con toda la fuerza de que es capaz para llegar hasta él.

Bastantes personas de cierta edad, después de unas cuantas decenas de citas electorales a las que han sido convocadas, hayan llegado a pensar que realmente las citas son más taurinas que otra cosa. Y, al igual que ocurre en el mundo de la tauromaquia, han decidido dejar de “embestir”, ¡vamos votar!, al descubrir el engaño, una y otra vez. Porque si detrás de cada promesa electoral no hay garantía alguna y si aquellas candidaturas que prometen no asumen responsabilidades penales por no cumplirlas, todo suena a un montaje teatral que sólo pretende alcanzar poder a costa de lo que sea, incluso engañar al respetable.

Este hartazgo de esa parte del electorado desemboca inevitablemente en abstención. Y esa abstención llega a ser la más evidente señal de que el modelo de “citar” al pueblo se ha agotado. Aunque a las cúpulas de los partidos les de igual e incluso a algunos les venga de perlas, al disponer de un favorable voto cautivo o cautivado, por sus generosas promesas de bien estar para los suyos. Las perspectivas de seguir disfrutando de algún privilegio o trato de favor refuerzan la más absoluta lealtad hacia quien la dispensa.

Teniendo esto en consideración un amplísimo sector de la población que vota desea fervientemente acertar en la elección. Pocas personas de las que van a votar no han pensado seriamente a que candidatura van a apoyar. La cancioncilla de que se vota inconscientemente no refleja la realidad. Gustará más o menos lo que las gentes votan, pero hay que reconocer que se pretende, en multitud de casos, elegir la mejor opción posible. Si bien es cierto que poco electorado conoce el detalle del programa electoral de la fuerza política a la que votará. Bien pudiera hacer una matización a esto que se afirma, ya que en no pocas ocasiones la elección se realiza no tanto por la adhesión hacia unos, sino por evitar que gobiernen los otros. Sea para evitar que lleguen al poder opciones poco fiables o porque la que se vota es de total confianza, hay que reconocer un grado de responsabilidad ciudadana en quienes están dispuestas a ir a la cita electoral. Y este electorado, por  activa o por pasiva, más allá de algunas pinceladas publicitarias en formas de slogans y una cierta sintonía con la personalidad de las personas candidatas, acude bastante a ciegas a cada cita electoral. ¿Es que no se publican los programas electorales? Sin duda se publican y es relativamente fácil acceder a ellos. ¿Por qué no se estudian? Entre las posibles causas, que respondan a esa pregunta, pueden identificarse dos que expliquen el por qué las personas que votan reconozcan, que no han leído ni una línea de esos programas. La primera, se relaciona con el largo historial de incumplimientos. La segunda, es la complejidad de la formulación de los textos. Ambas causas podrían contrarrestarse si, en la próxima campaña electoral, algún partido político planteara un programa claro, sencillo y que conlleve propuesta de mejora de los procesos electorales. Añádase la obligación de cumplir lo que se promete so pena de afrontar una condena penal, por realizar promesas fraudulentas. Facilítense al electorado tiempo y asesoramiento para poder conocer con detalle aquello que se propone. Mientras estos dos aspectos no se actualicen el inexorable incremento de la abstención seguirá su camino ya que, al fin y al cabo, a casi nadie le apetece votar a ciegas.

Fdo. Rafael Fenoy

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