Apuntan que el plutonio y el americio son cada vez más contaminantes y que el coste estimado sería de 25 millones de euros
Descontaminar las casi sesenta hectáreas que se encuentran afectadas por radiactividad en Palomares (Almería), desde que en 1966 cayeran por accidente varias bombas desde un avión estadounidense, llevaría entre dieciocho meses y dos años.
Así lo afirmaron ayer en rueda de prensa el responsable de campañas antinucleares de Ecologistas en Acción, Francisco Castejón, y el delegado de la organización para Palomares, Igor Parra, quienes remarcaron que la descontaminación es una “carrera contra el tiempo”, ya que los componentes identificados en la zona -plutonio y americio- son cada vez más radiactivos.
Los responsables de Ecologistas en Acción reconocieron un “cambio de actitud” en el Ejecutivo español a la hora de ejercer una mayor presión sobre el Gobierno estadounidense para que éste cumpla con su responsabilidad en la descontaminación, aunque por ahora no se ha dado un paso “oficial” para llevar a cabo la actuación.
Para Castejón, el coste de la actuación, cifrado en 25 millones de euros en un informe del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), no debería suponer un problema para llevar a cabo la limpieza de una zona que lleva contaminada 45 años.
El mayor obstáculo para la descontaminación es el destino de los residuos radiactivos, ya que, según Castejón, España “no tiene, ni va a tener”, instalaciones adecuadas para guardarlos durante largo tiempo.
El plutonio y el americio tienen una vida de unos 27.000 años y el volumen de residuos a almacenar ascendería a unos 6.000 metros cúbicos de tierra, una vez cribados los 50.000 metros cúbicos en los que ahora están repartidos, en una superficie de unas sesenta hectáreas.
Francisco Castejón remarcó que, “bajo ningún concepto”, se debería permitir que los residuos se dejaran en la zona una vez realizada la limpieza de los terrenos, una “tentación” que a su juicio podría surgir en el futuro si Estados Unidos no se hace cargo del almacenamiento de los mismos.
Los responsables de Ecologistas en Acción admitieron que la concentración de contaminación en la zona es muy baja, aunque advirtieron de que la radiación de este tipo de componentes aumenta con el tiempo.
Señalaron que las autoridades deberían de ser más transparentes con la situación de Palomares, ya que ahora “hay una falta absoluta de comunicaciones oficiales”.
En la década de los 90, recordaron, se filtró la existencia de alguna persona contaminada por la radiación, y durante mucho tiempo se ha cultivado y se ha tenido ganado en la zona afectada por la radiactividad.
Pese a ello, aseguraron que ahora es “cuando más seguro es comerse un tomate de Palomares”, ya que la zona contaminada está “totalmente acotada” desde que el CIEMAT concluyera un mapa radiométrico.
Para Ecologistas en Acción, la prolongación del problema de la contaminación en Palomares durante tanto tiempo se debe a que el Gobierno español ha actuado hasta ahora con la técnica de la “avestruz”, y a que Estados Unidos lo ha minimizado.
El suceso de Palomares ocurrió el 17 de enero de 1966, cuando el choque de un bombardero B-52 con un avión nodriza en una maniobra de aprovisionamiento provocó la caída de cuatro bombas termonucleares.
Dos de las bombas estallaron en tierra, mientras que las otras dos no explotaron gracias a los paracaídas de urgencia y fueron a parar una al cauce de un río seco y la otra al mar.