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Lo que queda del día

El hombre que espantaba a los elefantes

No se trata de eludir un asunto identitario o interterritorial, sino de profundizar en la necesidad del sector turístico y en la de hacer provincia

Publicado: 23/03/2024 ·
12:58
· Actualizado: 23/03/2024 · 12:58
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  • Imagen de archivo de turistas en el aeropuerto de Jerez -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Una persona está sentada en un parque y no para de observar a un hombre en un banco próximo que cada diez segundos da una palmada. Contrariado por la situación decide acercarse y preguntarle por su enigmático comportamiento. Le contesta que está espantando elefantes. “¿Elefantes? Pero si aquí no hay ninguno”, le replica, y el hombre de las palmadas sentencia: “¿Se da usted cuenta?”. 

Funciona como chiste, pero en realidad quien lo relata es el psicólogo Paul Watzkawick vinculado a una moraleja: “Rechazar o eludir una situación peligrosa de buenas a primeras parece la solución más razonable; pero, por otra parte, también garantiza la permanencia del problema”. De hecho, es, en esencia, lo que suele hacer buena parte de la clase política cuando se le pregunta por alguna cuestión incómoda: rechazar o eludir un problema o un debate que, en cualquier caso, va a seguir estando presente.

El diputado de Turismo y alcalde de El Puerto, el popular Germán Beardo, ha contribuido recientemente a abrir uno de esos debates que terminan por incomodar, pese a la noble e inofensiva naturaleza de su propuesta: cambiarle el nombre al aeropuerto de Jerez para que, en vez de Jerez-La Parra, pase a llamarse Jerez-Cádiz. La alcaldesa de Jerez, la también popular María José García-Pelayo, ha respondido que es un asunto “que igual que se abre, se cierra”, en alusión al origen de una propuesta que se remonta veinte años atrás e iniciada por la entonces alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, y que no tuvo más recorrido porque lo que consiguió en su momento, y en otros posteriores, fue desencadenar un encendido enfrentamiento verbal con más intrincaciones futbolísticas que argumentativas -aquello trasnochado de “Cádiz es un pueblo de Jerez” que se escuchaba en las gradas-.

Pelayo, al igual que el alcalde de Cádiz, Bruno García, que le ha comprado el discurso, ha dicho asimismo que lo importante del asunto no es el nombre, sino que vengan más vuelos. Sin embargo, eso es algo en lo que ya todos estamos de acuerdo, y a lo que habrá que seguir contribuyendo para darle una solución, así que volvamos a lo de la denominación, porque ya no se trata de dar una palmada cada diez segundos para eludir un asunto identitario o interterritorial, sino de profundizar en la necesidad del sector turístico y en la de la propia provincia a la hora de “hacer provincia”, que durante mucho tiempo fue nuestra gran asignatura pendiente, y lo sigue siendo en lo relativo al nombre del aeropuerto.

Si, como también dice la alcaldesa de Jerez, para sacudirse la pregunta de encima, ésta es una cuestión que, en todo caso, debería abordarse “de la mano de la industria turística”, ya tiene a la Asociación de Hoteleros de la provincia decantándose por el cambio de nombre del aeródromo porque supondría un “revulsivo” para la promoción del destino en su conjunto, en consonancia incluso con la nueva política de la Consejería de Turismo iniciada en Fitur a la hora de promocionar, en su caso, Andalucía como un todo.

Son otros tiempos y hay rivalidades que han perdido todo su sentido:  Jerez no tiene nada que perder, y la provincia de Cádiz mucho que ganar con ese cambio; ése es el fundamento del debate. Lo que es un error es plantearse siquiera que persista esa misma rivalidad de antaño -algo en lo que incurren quienes eluden el debate y quienes, por otro lado,  pretenden trasladarlo al ámbito político de forma torticera y sin altitud de miras-.

Y sólo hablamos del nombre de un aeropuerto, o de las reacciones a la pregunta sobre el nombre de un aeropuerto, que tampoco distan, en esencia, de las obtenidas en lo relativo al voto en contra a incrementar el techo de gasto de los ayuntamientos. ¿Cómo era aquello que se dice en todas las campañas electorales de anteponer los intereses generales de los ciudadanos a los de los propios partidos? Alguien está a punto de dar una palmada en algún sitio.  

 

 

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