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El Loco de la salina

Cinco casetas más, cinco caperuzas

En principio pensé que, como los animales tienen los mismos derechos que las personas, y en La Isla incluso más

Publicado: 05/05/2024 ·
19:08
· Actualizado: 05/05/2024 · 19:08
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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De pronto me han venido a la imaginaciónlos patos del Parque y tengo que confesar que antes, para coger el sueño, yo contaba ovejitas, pero ahora se me cruzan en la cabeza unas hileras interminables de patos sin rumbo. Incluso había cogido confianza con algunos de ellos, pero de buenas a primeras desaparecieron del mapa. En principio pensé que, como los animales tienen los mismos derechos que las personas, y en La Isla incluso más, se habían tomado unos días de reflexión para saber qué iba a ser de sus vidas, aunque creo que no hubo autobuses para ir a animarlos, ni bocadillos para el viaje. Después observé que el espacio donde se morían de asco fue clausurado y sellado. Ahora parece que viven de aquella manera y que se los van a llevar a un santuario (tampoco es que sean unos santos) y además se los llevan un día 13, que también es malapata para las patas y los patos.

Por tanto la verbena del Parque ha ganado una calle y cinco casetas más. Y, como hemos salido del mes de abril, mes del Quijote, les voy a trasladar un trocito que viene al caso. Dice Cervantes que estaba Sancho impartiendo justicia en su Insula Barataria…

A este instante entraron en el Juzgado dos hombres, el uno vestido de labrador y el otro de sastre, porque traía unas tijeras en la mano, y el sastre dijo:

-Señor gobernador, yo y este hombre labrador venimos ante vuestra merced en razón que este buen hombre llegó a mi tienda ayer - que yo, con perdón de los presentes, soy sastre examinado, que Dios sea bendito -, y poniéndome un pedazo de paño en las manos, me preguntó: “Señor, ¿habría en este paño harto para hacerme una caperuza?”. Yo, tanteando el paño, le respondí que sí; él debióse de imaginar, a lo que yo imagino, e imagino bien, que sin duda yo le quería hurtar alguna parte del paño, fundándose en su malicia y en la mala opinión de los sastres, y replicóme que mirase si habría para dos. Adivinéle el pensamiento y díjele que sí, y él, caballero en su dañada y primera intención, fue añadiendo caperuzas y yo añadiendo síes, hasta que llegamos a cinco caperuzas, y ahora en este punto acaba de venir por ellas: yo se las doy, y no me quiere pagar la hechura, antes me pide que le pague o vuelva su paño.

-¿Es todo esto así, hermano?- preguntó Sancho.

-Sí, señor -respondió el hombre-, pero hágale vuestra merced que muestre las cinco caperuzas que me ha hecho.

-De buena gana -respondió el sastre.

Y sacando incontinenti la mano debajo del herreruelo, mostró en ella cinco caperuzas puestas en las cinco cabezas de los dedos de la mano, y dijo:

-He aquí las cinco caperuzas que este buen hombre me pide, y en Dios y en mi conciencia que no me ha quedado nada del paño, y yo daréla obra a vista de veedores del oficio.

Todos los presentes se rieron de la multitud de las caperuzas y del nuevo pleito. Sancho se puso a considerar un poco, y dijo:

-Paréceme que en este pleito no ha de haber largas dilaciones, sino juzgar luego a juicio de buen varón; y, así, yo doy por sentencia que el sastre pierda las hechuras, y el labrador el paño, y las caperuzas se lleven a los presos de la cárcel, y no haya más. (Cap. XLV)

Bueno, sin comentarios. El año que viene que saquen del paño de la verbena otras cinco casetas. Genial Miguel de Cervantes.

 

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