El IV Congreso de periodistas de Andalucía, celebrado en Jerez el día 8 de los corrientes, fue clausurado el sábado día 9 con una declaración de buenas intenciones.
Asistieron representantes de las dos facultades de Periodismo –Sevilla y Málaga–, y periodistas de las provincias andaluzas. Era hora de que el periodismo español, y no sólo el andaluz, despertara de esa duermevela donde se sitúa desde hace años. Pero los medios seguirán alimentándose de intrusos y de periodistas atrapados en las redes de las ideologías sometidas al poder.
Los problemas que arrastra el periodismo actual no son de comunicación, sino de injusticia y deontología profesional. Nunca se habían tenido más medios que hoy; nunca se había dispuesto de más instrumentos para acaparar noticias como hoy; nunca se había conocido más tecnología periodística como la de hoy. Y, sin embargo, nunca habíamos asistido a una degradación como la del periodismo de los inicios del siglo XXI. Y es que nadie se atreve a coger al toro por los cuernos del cuarto poder. Los males actuales del periodismo democrático están patentes. Por un lado, los periodistas profesionales son desplazados por unos seudoperiodistas que ejercen la profesión sin garantías de ningún tipo. Basta que tengan desfachatez, osadía y poca deontología, para que las empresas mediáticas los acojan con entusiasmo.
A los profesionales del periodismo, sin embargo, se les explota con ridículos salarios, sabiendo que miles de aficionados esperan atentos para introducirse. ¿Qué diríamos de la Medicina, de la Jurisprudencia, de la Arquitectura o de la Ingeniería, si cualquier aficionado pudiera ejercerlas? Pues en el periodismo está ocurriendo y los efectos los estamos constatando cada día y a todas horas. Nuestros adolescentes quieren ser famosos para ser periodistas, dirigidos por estas escuelas de irresponsables. Las cadenas saben que el éxito de los medios está asegurado echando mendrugos a la audiencia: chismorreos, infamias, rumores, escándalos, confesiones íntimas...
La mayoría de los periodistas se han sometido a los poderes dominantes: dinero, política y fama. No importa que ninguno de esos esclavos sean recordados por la historia de la deontología periodística, porque lo que el periodismo domesticado quiere es servir a los tres poderes para ascender al cuarto poder. Es más, las mismas empresas los premian con buenos honorarios con tal de que produzcan audiencia que es lo que hace dinero. Los políticos los distinguen con buenas poltronas para prescindir de los no sometidos. Y la fama los aureola con reconocimientos como hombres de paja de la sociedad.
Los periodistas cabales se acuestan cada noche atosigados por trágicas imágenes; y se levantan cada mañana acuciados por mentiras e injusticias archiconocidas. Pero se tienen que morder la lengua porque no pueden comprometer a los medios; muy pocos se mojan, aunque haya excepciones. El doctor en Periodismo, Francisco Rubiales, lo hace, jugándose el tipo con sus artículos y sus libros. El último, Periodistas sometidos. Los perros del Poder(2009), un ejemplo preclaro.
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