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El Loco de la salina

No se la pierda

Es una exposición tan original la que allí nos ofrece el fotógrafo Juan Luis Parrilla, que merece la pena pararse un poquito

Publicado: 20/10/2024 ·
16:12
· Actualizado: 20/10/2024 · 16:12
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Ya sé que usted se ha propuesto como meta andar todos los días un buen rato, porque no hay cosa que coma más que un sofá. Además, ya sabe que ni el azúcar ni el colesterol perdonan. Pues bien, ya puesto a andar, le aconsejo que coja caminito de Capitanía abajo y aproveche para ver una cosa bastante interesante que se expone en el Castillo de San Romualdo. La visita es gratis y por tanto, sabiendo de qué pie cojea La Isla, estoy seguro de que seguirá el consejo de este loco.

Es una exposición tan original la que allí nos ofrece el fotógrafo Juan Luis Parrilla, que merece la pena pararse un poquito y dejar que la memoria haga su entrañable trabajo. La titula Teléfonos callejeros. Le explico.

Hoy se ve todo muy sencillo, pero hubo un tiempo en que hacer una simple llamada de teléfono era lo mismo que subir a gatas al calvario. Juan Luis se ha tirado un par de años trabajando y escarbando en el pasado de aquellas cabinas telefónicas que permanecían estáticas en muchos rincones de La Isla. Ha conseguido fotografiarlas desde muchos ángulos para que el personal no apague los rescoldos de un pasado cargado de obstáculos aunque repleto de recuerdos.

Él mismo comienza diciendo que los que leímos en nuestra infancia el Capitán Trueno o el TBO recordamos aún que Telefónica podía tardar meses en instalarnos el aparatito en casa. Y llamar a alguien en plena calle era un sueño imposible, pero ahí estaban las cabinas telefónicas, que podías usar si tenías en el bolsillo alguna ficha. Precisamente, al entrar en la exposición se pueden contemplar tres pequeños cuadros que contienen muestras de aquellas fichas color cobre que tenían una ranura en medio y que eran más apañadas que un jarrito de lata en el Oeste. También sabías que la yemita del dedo índice se te podía quedar dormida al marcar uno tras otro los numeritos que del cero al nueve se encontraban esperando en el fondo de los circulitos de plástico.

Juan Luis tuvo la infinita paciencia de fotografiar la última cabina que, rendida ante los móviles, se desmanteló en La Isla allá por septiembre de 2022 y también el recuadro de frío cemento que quedó tras su desaparición ante la indiferencia de un barrendero que por allí pasaba. Hay fotos que están hechas de madrugada y que reflejan la soledad en que vivían las cabinas.

También queda demostrado en la exposición que la vida de los vándalos es muy dura, porque, sin importarles la hora, allí estuvieron las criaturas ensañándose con los auriculares, con las chapas y hasta con los enrevesados latiguillos. Tampoco los grafiteros perdieron la oportunidad de dejar su incansable sello con miles de pintadas absurdas.

En la exposición podemos ver la cantidad de cabinas de distintos tipos que merodeaban por la ciudad. En algunas el sospechoso usuario ha dejado colgando el teléfono, bien porque la mafia iba a por él, bien porque olfateaba algún peligro inmediato, bien porque la cansina suegra estaba al otro lado del aparato. En otra foto aparece en el fondo una cruz como si fuera el símbolo de una muerte anunciada. En otra el teléfono ha desaparecido y el aparato muestra sus entrañas envueltas en cables y tornillos, mientras que una señorita desagradecida e indiferente pasa por su lado con un invencible móvil.

Bueno, no le cuento nada más. Le digo solamente que merece la pena ver esta exposición de Juan Luis Parrilla, que estará en el Castillo hasta el día 31 de este mes de octubre. No se la pierda. Y, si se la pierde, peor para usted.  

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